x
Batalla Electoral 2024

Por qué fracasan las naciones

“Los países pobres son pobres porque quienes tienen el poder toman decisiones que generan pobreza.” (Acemoglu y Robinson)

Cuba tiene resuelto el problema del analfabetismo desde hace varias décadas, y su población tiene uno de los mayores niveles de educación de toda Latinoamérica. Sin embargo, ese vecino país no ha podido superar el problema de la pobreza y del subdesarrollo. Venezuela, por su parte, tiene un recurso natural que como el petróleo representa una fuente extraordinaria de generación de divisas. A pesar del petróleo, Venezuela está sumida en una profunda crisis política y económica, con un marcado deterioro de los niveles de vida y un clima de negocios que no ofrece la más mínima seguridad jurídica a los agentes económicos.

Primera conclusión: la educación y los recursos naturales no bastan por sí solos para superar el subdesarrollo.

En este sentido, en un libro que considero una lectura obligada para los interesados en los temas del desarrollo, Daron Acemoglu y James Robinson (“Why nations fail”, 2012) hacen un análisis económico, histórico e institucional que cuestiona en sus raíces muchas de las teorías que explican la desigualdad en los patrones de desarrollo. Por ejemplo, ellos plantean que la hipótesis de que la geografía es la determinante para que los países sean intrínsecamente pobres no puede explicar el desarrollo desigual entre Alemania Occidental y Alemania Oriental antes de la caída del muro de Berlín. O las diferencias entre Corea del Norte y Corea del Sur.

Segunda conclusión: no hay una fuerte conexión entre geografía y el éxito económico.

La siguiente teoría que los autores evalúan es la hipótesis de que la cultura y la prosperidad están estrechamente vinculadas como originalmente propuso Max Weber, quien destacó el rol de la ética de trabajo en el surgimiento de la sociedad industrial moderna. Señalan dichos autores que muchos consideran que la cultura de la vagancia de los latinoamericanos es el factor que impide el desarrollo de esa región; así como muchos creyeron en el pasado que los valores confucianos en la cultura china eran un obstáculo para el progreso económico, mientras que en el presente se destaca la ética de trabajo de la cultura china. Igual podría decirse de las Coreas. Como consecuencia de la segunda guerra mundial Corea quedó dividida en dos, la del norte y la del sur. La misma gente, la misma cultura. Resultados económicos totalmente opuestos.

Tercera conclusión: si bien la cultura puede jugar un rol importante, tampoco es suficiente para explicar las desigualdades entre las naciones.

De acuerdo con los autores, muchos economistas sustentan la hipótesis de que la ignorancia es la razón que explica el hecho de que los gobernantes no tomen decisiones que podrían convertir a un país pobre en un país desarrollado. Son varios los ejemplos que utilizan para rebatir esta hipótesis. Vale la pena mencionar el caso de China. La revolución política que Deng Xiaoping y sus aliados lograron ejecutar, derrotando a sus rivales dentro del partido comunista, condujo a reformas económicas que crearon incentivos de mercado, tanto en la agricultura como en la industria, necesarios para relanzar a la economía china hacia niveles sorprendentes de desarrollo.
Cuarta conclusión: son los intereses políticos los que impiden las decisiones correctas, no la ignorancia.

Entonces, la pregunta es obvia: ¿Qué es lo que hace la diferencia entre un país desarrollado y uno subdesarrollado? La respuesta parece obvia también: los países difieren en su éxito económico porque sus instituciones, las reglas que rigen el funcionamiento de la economía, y los incentivos que motivan a la gente son diferentes. Acemoglu y Robinson establecen una gran diferencia entre las instituciones inclusivas (países desarrollados) y las extractivas (países subdesarrollados). Las instituciones inclusivas son aquellas que promueven que la gente participe en las actividades económicas que hacen mejor uso de sus talentos y habilidades. Tales instituciones deben garantizar la seguridad de la propiedad privada, un sistema legal imparcial, y una provisión de servicios públicos de calidad, entre otras características. En contraste, las instituciones extractivas que caracterizan a los países subdesarrollados se distinguen por extraer riquezas de un segmento de la sociedad para beneficiar a un segmento diferente.

La calidad de las instituciones económicas es fundamental para generar un crecimiento económico sustentable e inclusivo que conduzca hacia metas superiores de desarrollo. Las naciones fracasan, nos dicen los citados autores, porque las instituciones económicas extractivas no crean los necesarios incentivos para que la gente ahorre, invierta e innove. El problema es que las instituciones económicas son delineadas en el marco de los intereses políticos; por eso, las instituciones económicas extractivas siempre están basadas en instituciones políticas extractivas. Es, pues, una responsabilidad del liderazgo político promover la formación de instituciones económicas inclusivas. Pero la tarea, a pesar de lo obvio, no parece tan sencilla.

@pedrosilver31
[email protected]

Comenta con facebook