En un mismo día, en distantes capitales, líderes políticos siguieron hablando sobre Haití sin ningún vislumbre de que sus palabras conducirán a acciones. El presidente Abinader reiteró a colegas reunidos en Buenos Aires para la cumbre del CELAC, que la solución a la implosión del territorio vecino no está en la República Dominicana.
El canciller Roberto Álvarez repitió sus llamados al Consejo de Seguridad de la ONU sobre la necesidad de que la comunidad internacional atienda la petición haitiana de intervención de una fuerza armada. El embajador haitiano dijo allí mismo que la misión solicitada, esperada desde octubre, hace más urgente que nunca restaurar la seguridad en su país. Y el jefe de la ONU, Antonio Guterres, concurrió.
Pero la vocera de Biden, que es haitiana, respondió a todos desde la Casa Blanca alegando que Estados Unidos no hará más de lo que ha hecho, o sea casi nada. Mientras tanto, siguen maquinando algunos malos dominicanos y funcionarios gringos, dizque preocupados por los haitianos que hemos acogido, como si fuesen más numerosos o importantes que todos los que sufren en Haití, ninguno en mejor situación que los que están aquí. Sin dolientes, incapaces de arreglar ellos mismos lo que han dañado gravemente, su agonía es postergable…