SANTO DOMINGO.– El matrimonio infantil es una vergüenza y también una afrenta en una sociedad donde haya verdadera conciencia sobre los temas de sensibilidad humana.
Esa práctica, tenida como habitual y casi normal en épocas pasadas, donde en ocasiones se hacía por conveniencias y arreglos familiares, es hoy en día una penosa aberración.
Por esa razón en los últimos días ha aumentado el clamor de diferentes sectores para que el Congreso se aboque, sin dar más vueltas al tema, a la aprobación del proyecto de ley en virtud del cual el matrimonio infantil quedaría prohibido en el país.
Hay un informe favorable al respecto que será presentado el martes por una comisión que estudió el proyecto y aún así sería conveniente que se hicieran vistas públicas para oír el parecer de diferentes entidades de la sociedad que se preocupan por la infancia y la familia.
Tan grave se considera el matrimonio infantil por el trastorno sicológico y los traumas que provoca en los infantes, que la Unicef lo considera una de las más lesivas violaciones a los derechos humanos.
Pero habría que preguntar, ¿para erradicarlo bastaría una ley, aunque tenga drásticas sanciones? Para superarlo, se requiere además programas amplios y sostenidos de orientación de parte de diferentes organizaciones porque es un tema profundamente enraizado en la cultura y en las familias, por lo que se requiere crear conciencia y cambios verdaderos. De lo contrario el matrimonio infantil seguirá siendo como hasta ahora una verdadera lacra social.