Montados sobre el pico de su más alta ola de popularidad desde 2008, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y su candidato presidencial Hipólito Mejía luchan afanosamente por capitalizar el vendaval de opiniones negativas que sacude al Gobierno.
Buen paso hacia delante, pero a un precio alto: al parecer se quedan sin balas para una meta tan distante como el 20 de mayo de 2012, día de las presidenciales. O, por lo menos, agotan el arsenal que debieron reservarse para la madre de las batallas. Por lo cual, para ganar el certamen necesitarán, además de votos, algo improbable: mucha suerte.
Desde la comunicación podría entenderse bien la desesperación perredeísta por aprovechar el disgusto popular hijo de la crisis económica y social y de un gabinete vetusto que, en general, ha sido manchado por la arrogancia y el enriquecimiento veloz de unos cuantos. Es inusual la caída en las encuestas sufrida por el oficialista PLD y el Gobierno; mas tal estado no implica necesariamente una posición definitiva de la población dado el carácter veleidoso de las opiniones.
Solo cuando la opinión como verbalización del sentimiento se mantiene en el tiempo debido a desatención recurrente por parte de los responsables de responder con acciones concretas (Gobierno), transita hacia la actitud, que es la decisión dura a favor o en contra en el momento del voto.
El problema para los blancos surge con los temas que ha agarrado para hacer de protagonistas mediáticos y agitar a las masas: los precios de la comida y de los combustibles, la inseguridad ciudadana y la corrupción. Sobre todo el primero, como referencia a los discursos del Presidente Fernández en la campaña de hace cuatro años.
Ellos son excelentes porque atañen al sufrimiento de la sociedad; sin embargo, su colocación prematura en el debate político los expone al desgaste y a ser fulminados por la resistencia gubernamental.
La virulencia de la campaña perredeísta ha reunificado al PLD y, como enseña la experiencia, todo indica que los precios de la comida y de los combustibles bajarán hasta niveles razonables en cualquier momento, aunque sea de manera artificial, y la inseguridad dará un respiro, salvo que las autoridades quieran hacerse un “harakiri”…
Y si sucede como en el pasado, la mayoría del universo de votantes, precarizada, de baja instrucción y escasa o ninguna formación política, sepultaría en el olvido hasta el último vestigio de los sinsabores de su empobrecimiento continuo.
Ante esa realidad, nadie osaría presentarse con los “revolvitos de mito” que antaño regalaba “Machepa” a sus hijos el día de los Santos Reyes Magos. Con el sonido seco de ese pequeño revolver de juguete, el gran PRD jamás asustaría a un PLD y aliados encaramados en el poder hace casi doce años. Le quedarían pocas opciones para mayo, y sus posibilidades de éxito serían por tanto sombrías, a menos que, en su riesgoso ejercicio de la coyuntura presente, logre convertir la rabia popular en decisión definitiva de voto a su favor.
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