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Batalla Electoral 2024

PRD: Aficionado febril al harakiri

El opositor Partido Revolucionario Dominicano (PRD) registra una historia de tres décadas de conflictos recurrentes entre su dirigencia (desde 1978), que le han sacado del poder o le han impedido llegar a él. Cuando faltan cuatro meses para las elecciones presidenciales luce que no sería diferente, salvo que remonte el tiempo, logre restañar heridas profundas resultado de la pugna Hipólito-Miguel y articule un frente de aliados, algo vital para ganar con el actual sistema, como establece el documento Política y Alianzas emitido por su propio congreso José Francisco Peña Gómez, septiembre de 2010. Y montar un cuerpo de alianzas es un desafío casi improbable a la luz del camino recorrido en ese sentido (casi una docena de aliados) por su gran adversario, el oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

 

Desde la aprobación de la reforma electoral, 1994, cuando se implantó el sistema de doble vuelta (ballotage) o la mayoría absoluta (más del 50 por ciento) de los votos como requisito para ganar en la primera, los aliados han sido determinantes al sumar al partido mayoritario entre un ocho y un diez por ciento de los votos. Los sondeos de opinión electoral realizados por la más recurrida de las encuestadoras, Gallup, asignan a los blancos dos y tres puntos porcentuales menos que la meta, con tendencia al descenso. Un punto porcentual equivale a unos 50 mil votos.

La Junta Central Electoral (JCE) ha informado que 6 millones 430 mil 690 personas están hábiles para votar en el certamen del 20 de mayo, cuando serán seleccionados el Presidente y siete delegados de ultramar (costo del proceso electoral: 89,5MM de dólares). El Distrito Nacional concentra 826,755, Santiago, 721,949, y junto a la provincia Santo Domingo y San Cristóbal conforman el 50,07 por ciento del total. La abstención rondaría el 30 por ciento. 27 partidos han sido reconocidos por el organismo electoral.

El documento Política y Alianzas, del congreso José Francisco Peña Gómez, celebrado en 2010 por la unidad y renovación del PRD, no podía ser más preciso. Algunos fragmentos:

“La relevancia de los partidos pequeños ha crecido sustancialmente, no por efecto de influenciar el sistema político con iniciativas o propuestas de reformas y conquistas sociales (aspectos en los que han brillado por su ausencia), sino por su importancia aritmética para conformar mayoría electoral cada cuatro años a cambio, estrictamente, de puestos, contratas y privilegios en la burocracia y presupuesto estatales…

…En resumen, el clientelismo exacerbado financiado por el uso exagerado e ilegal de los recursos del Estado por el PLD, ha dado lugar a alianzas artificiales pero duraderas y a la vigencia de una mayoría electoral fuertemente alienada, que desfigura el propósito original del “ballotage” de garantizar la elección de gobernantes por la mayoría absoluta en eventos realmente competitivos y con la participación libre y espontánea de los votantes…

…Esa tendencia integradora (aunque no libre de dificultades) del lado PLD-PRSC-Gobierno, contrasta en parte con la fragmentación del liderazgo del PRD y la multiplicación en su seno de proyectos individuales con notable vocación de confrontación hacia lo interno. En términos tácticos y estratégicos el primer paso de una política de alianzas debería ser entre las fuerzas internas…

…Es decir, la unificación real del partido. Las alianzas intrapartido son una condición básica para potenciar la imagen del PRD y crear la percepción de vocación de poder. Y, finalmente, utilizar el poder municipal y congresual para forjar aquellas alianzas y conquistar fuerzas y personalidades”

Y en cuanto a los aspectos prácticos, recomienda:

“La estrategia de alianzas del PRD debería tener tres niveles fundamentales:

Primero, la alianza con organizaciones y movimientos explícitamente políticos, segundo, las alianzas con organizaciones, gremios y movimientos sociales, y tercero, la alianza general con votantes o segmentos poblacionales independientes, pero imprescindibles para el triunfo electoral y el fortalecimiento del posicionamiento político del partido.

a. En el caso de las alianzas con fuerzas políticas más o menos formales es obvio que el PRD debería poner énfasis en aquellas organizaciones con las cuales mantiene mayores niveles de coincidencia ideológica respecto a asuntos fundamentales de la institucionalidad democrática, las reivindicaciones socioeconómicas de la población y la defensa de los intereses nacionales en general.

b. La alianza se basaría en un programa mínimo de reivindicaciones y de propuestas de Gobierno y, además, con el compromiso de compartir las funciones de un futuro Gobierno encabezado por el PRD.

c. Para la materialización de la estrategia de alianza, el partido deberá iniciar con el ejemplo de incorporar a representantes de s organizaciones políticas y comunitarias en los gobiernos municipales bajo su dirección. d. En el caso de las alianzas con movimientos y sectores sociales, debería basarse en el consenso de una agenda común sectorial de sus reivindicaciones: maestros, médicos, chóferes, estudiantes, movimiento barrial y comunal, gremios empresariales, juventud, mujeres, etc. El partido debería abrir un foro de diálogo y consulta con esos sectores.

e. Y en el caso de la alianza general, su fundamentación fue expuesta en puntos anteriores. Conclusión Es evidente que las posibilidades electorales del PRD, en el marco del esquema electoral vigente, le obliga a prestarle especial atención a su estrategia de alianzas y/o de construcción de una mayoría de más del 50%.

…Que de mantenerse la situación actual, los márgenes de conformación de esa mayoría no son amplios, por lo que habrá de optimizar sus posibilidades basándose en sus propias fuerzas, las conquistas de otros aliados políticos y la articulación con los movimientos sociales más diversos….”

Pero toda esa teoría se ha quedado corta con la práctica. Hasta ahora solo el Partido Revolucionario Independiente y dos o tres entidades de menor cuantía han llegado al entorno perredeísta.

Desde el mismo 6 de marzo de 2011, cuando el PRD realizó su convención y la comisión electoral declaró, al día siguiente, a Hipólito Mejía ganador con un 53,3 por ciento, su adversario y presidente de la organización, Miguel Vargas (46,7) rechazó los resultados alegando maniobras fraudulentas, aunque luego asistió al acto de proclamación bajo un protocolo de entendimiento que contempla una repartición conforme los porcentajes obtenidos por ambos. Protocolo que ha sido violado en todas sus partes, según los varguistas.

Muchos temen que hayan dejado huellas imborrables en lo que falta para las elecciones el manejo torpe del largo conflicto y el pobre aprovechamiento de las debilidades de un PLD desgastado por el ejercicio de tres cuatrienios de gobierno, más la crisis económica mundial, la inseguridad pública y la escasa institucionalidad.

El manejo discursivo del candidato Mejía y algunos de sus colaboradores ha sido más que desacertado, con repetidas señales de autosuficiencia al pregonar cada minuto que aglutinan el 99 por ciento del partido, pese a que una comisión mediadora se ha formado y ya tiene programada una reunión con Vargas, el miércoles 18 de enero.

El PRD se ha puesto la soga al cuello. Solo él puede responder por sus actos.

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