A partir del éxito de las ferias anuales del libro, ha crecido el interés entre periodistas e intelectuales dominicanos por la polémica antigua de cómo o cuándo una historia real puede ser convertida en ficción a través de una novela. Tal vez no podamos nunca llegar a un consenso sobre el tema. Lo que sí podemos aceptar como una regla, es que los límites de la literatura y el periodismo están dictados por la necesidad y obligación moral que tienen los periodistas de narrar las historias conforme a una visión de la realidad la más cercana a lo que la inteligencia humana nos permite. Y que aún dentro de las libertades narrativas que la nueva forma de periodismo, conocido como literario, consiente, su distancia de géneros como la novela sigue siendo lejana, por lo que no existe peligro mayor de contaminación, tanto para un género como para el otro, que traspasar esas fronteras, resguardadas por la obligación de ser fieles a la verdad como a la imaginación.
Dos frases de fuentes ilustres ayudan a entender las complejidades propias del tema. Los hermanos Edmundo y Julio Goncourt, novelistas franceses del siglo IXX, escribieron que la historia no era más que una novela que ha sucedido y la novela una historia que hubiera podido suceder. Y Oscar Wilde, a quien ya he citado en una entrega anterior, dijo: “Se puede muy bien despojar una historia de su realidad al intentar hacerla demasiado verídica”.
El tema es apasionante y debería ser objeto de una amplia discusión en las redacciones, en las aulas de las escuelas de periodismo y plantearse incluso en futuras ferias del libro. Una controversia alrededor del tema sería de sumo interés para el periodismo. Por lo general, algunos intelectuales muy bien dotados fracasan en el periodismo por entenderlo como un género literario y muchos más en el periodismo por intentar, sin la capacidad para ello, de hacer literatura.