Uno de los problemas más comunes en la realidad dominicana es que un hecho o acontecimiento suplanta o sepulta a otro, aunque el primero no haya tenido solución o siquiera una mínima atención, principalmente cuando se trata de temas de interés público o general.
Lo mismo sucede en cuanto al seguimiento y tratamiento que los medios de comunicación dan a los asuntos de interés noticioso, aunque se entiende que en el caso del periodismo no puede mantenerse un monotema de forma permanente.
Decimos esto a propósito de que poco o nada se habla ya sobre una cuestión sumamente inquietante, y más que eso peligrosa, la operación de plantas de gas situadas en entornos densamente poblados, con el agravante de que no hay garantías de que operen con buenos estándares de seguridad.
¿Qué autoridad habla de esto, que se ha hecho para buscar alguna salida o tomar previsiones en escenarios que tienen, por su configuración actual, la posibilidad latente de víctimas y daños materiales en caso de una explosión o incendio en una envasadora de gas propano?
¿Tendría que producirse una nueva desgracia con un balance de muertes o lesionados para que se vuelva sobre el tema, para que adquiere de nuevo interés noticioso y lleve a las autoridades competentes a prestarle atención?
Las autoridades tienen la obligación de prevenir, sobre todo cuando hay antecedentes que permiten visualizar riesgos potenciales en que puede estar en juego la vida de las personas y, además, tomar acciones concretas que no pueden limitarse a declaraciones de intenciones, a buscar cámara o protagonismo en los medios.
Los residentes en zonas cercanas a las plantas de gas o a cualquier otra instalación donde se manejan sustancias peligrosas y que requieren un control y cuidado extremo, también deben preocuparse por su seguridad y, por ejemplo, no construir viviendas en las cercanías como ha ocurrido en barrios donde operan plantas de GLP.
La prudencia y la seguridad es una cuestión vital que debe comenzar por los propios moradores, por las familias y por los ciudadanos en sentido general para tomar medidas a tiempo y de forma oportuna, en lugar de lamentar porque ya no hay nada que hacer.