Primer acto: Leonel: “Soy el garante”

Sí, él sería garante: de una victoria peledeísta en 2012. O de un calvario menos pesaroso en caso contrario. Nadie puede negar la fuerza de su liderazgo; ni sus tres triunfos apabullantes en primera vuelta; ni su cultivado carisma que arrulla hasta a sus más ácidos enemigos; ni el poder conquistado. Sin su santificación, todo sería más difícil en el partido fundado por Bosch. Eso sí, al Presidente Fernández le sería  imposible convertir en votos morados los 2.2 millones de firmas elegantemente encuadernadas y, este domingo 27 de marzo, cargadas en carritos hechos para la ocasión hasta el escenario deslumbrante del destino. El neopeledeísmo y allegados lucen llenos de gente que rubrica lo que sea al diablo y a Dios al mismo tiempo, y luego sonríe socarrona como si nada pasara. Allí se extingue la luz del orgullo de ser diferente; avanza el acoplamiento con la placa que otrora consideraron plagada de fallas. La fuerza del desencanto, más que la crisis,  quizá sea el gran enemigo de Fernández y Danilo, el 20 de mayo del próximo año. A pesar del espectáculo dominical y de la pasión del PRD por el desorden.

SEGUNDO ACTO: Milagros, la buena ladrona

Confieso que me gusta la política, y deseos no me han faltado para integrarme a un partido. Pero me aterran las amargas experiencias de otros más avezados que con sanos propósitos han optado por ese mundillo.

Me distancian los criterios imprescindibles del quehacer político vernáculo: la traición, el trepadurismo, el irrespeto, la mezquindad, la hipocresía, la demagogia, la corruptela, el oportunismo, las complicidades, los cuentos estúpidos para electores imbéciles, las conspiraciones, los abrazos de oso, las grabaciones telefónicas y de vídeo, las vulvas contratadas, los ganchos, los chantajes al granel, los santurrones mediáticos, los enmascarados “imparciales”, las mentiras, los falsos profetas, el egoísmo…

Todo aquello bajo el ropaje teatral de: “Estoy en esto porque quiero servir a mi país”.

Si usted no asume las mencionadas “maravillas”, o sea, dar estocadas con puñales de acero, enriquecerse con el hurto y hacerse el idiota frente a lo mal hecho, entonces no es político, no sabe hacerlo; solo es un buen pendejo.

El problema no es tan sencillo como evadirlo con un simple “tengo la piel de cocodrilo, son gajes de oficio”. Se  ha generalizado la tenebrosa convicción, que no percepción: “aquí, el que no corre vuela”. Es decir, ser o no ser de un partido da igual, porque, para los fines, todos somos corruptos y farsantes.

Y así nos llevamos de paro a referentes que podrían servir de valladar al tsunami de putrefacción societaria que nos traga.

En estos días he escuchado en boca de gente con pasado non santo acusaciones de bandolera a la ex Vicepresidenta y ex ministra de Educación, Milagros Ortiz Bosch (2000-2004), solo por mantener una posición en su condición de miembro de la comisión organizadora de la convención del PRD que el 6 de marzo de este año declaró ganador a Hipólito Mejía. Y sinónimos de ese calificativo son: malhechora, salteadora, ladrona, atracadora, cuatrera, matrera, delincuente, rea, criminal, forajida, facinerosa, transgresora, infractora, malandrina. Todos son adjetivos negativos, y no creo que, por el tono utilizado, los atacantes de esta mujer quisieran connotar que ella integra una banda de jazz, rock, merengue…

Me imagino que a ella eso no le hará ni cosquilla porque su larga vida política le habría enseñado ya a olfatear el tufo de las bajezas humanas. No descarto incluso que al final habrá abrazos y destape de champagne, por el olvido, porque esta es una escena muy común en nuestro escenario. Me resisto sin embargo a ver esto como natural. Y dudo que aprenda con medio siglo de edad encima.

De Juan Bosch, fundador del PRD y el PLD, cuentista, novelista y ensayista internacional, he escuchado horrores desde que razono. Murió estigmatizado por medios y periodistas como esquizofrénico de poco temple, si no miedoso, para gobernar. Del Peña Gómez  líder perredeísta, orador fogoso y políglota, levantado de las cenizas en una loma del noroeste, escuché recurrentes acusaciones de inestable y negro haitiano apasionado por las blancas. Murió desgastado por un cáncer, adolorido por la sinrazón de muchos, sobre todo de los suyos… Bosch y Peña se llevaron a la tumba su única riqueza: la honestidad y el servicio desinteresado a la sociedad.

Cuando veo las travesuras de los políticos, me pregunto si vale la pena mantener viva la esperanza en un sistema donde ciertos personajes, de izquierda o derecha, sean los protagonistas.

 

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