SANTO DOMINGO.- La iglesia católica pidió a Dios que perdone la falta de honestidad de tantos políticos que engañan al pueblo con falsas promesas de progreso.
“Perdona, padre, la falta de honestidad de tantos políticos que engañan al pueblo con falsas promesas de progreso, compran la conciencia de muchas personas por unos cuantos pesos e incluso por un plato de comida y, sin escrúpulos, compran lo más sagrado para un ciudadano, su propia identidad”, señala la primera palabra “Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen”, leída por Sor Lourdes Martínez.
La Iglesia también pidió a Dios perdonar a los que se enriquecen ilícitamente despojando a la mayoría hasta del pan de cada día.
Exhortó al Señor personar a aquellos que, llevados por la ambición de poder y poseer, han optado por la cultura de la muerte y, para lograr su objetivo, matan, roban, engañan y secuestran, desaparecen personas.
“Perdónanos también a nosotros, tus seguidores, por las veces que ridiculizamos tu mensaje viviendo una vida de incoherencia entre lo que predicamos y la fe que profesamos. Perdónanos, Señor, porque aun sabiendo lo que te agrada, no lo hacemos del todo. Hermanos, Vivamos este Viernes Santo como un día redentor desde la profundidad del don de la fe que hemos recibido y que quiere ser fecunda a través del perdón, el amor y la misericordia”, pidió la Iglesia a Dios.
Sor Lourdes Martínez Arcángel resaltó que el rostro de Dios que Jesucristo nos muestra no es el de un Dios vengativo y justiciero, de un Dios lejano e imponente; es el Dios cercano que se deja ver en los gestos sencillos de amor verdadero, de ternura, de solidaridad, de compasión y de perdón. Jesús muere perdonando.
Señaló que todo el acto salvífico en la cruz simboliza el perdón divino, lo señala el evangelio de Juan 3,14-15: Como Moisés en el desierto levantó la serpiente, así ha de ser levantado el Hijo del Hombre, para que quien crea en él tenga vida eterna. Pero para el Señor era conveniente hacer explícito este perdón con palabras claras, audibles, contundentes, con la fuerza emocional arrolladora y una autoridad espiritual definitiva.
Hasta ahora el mundo no conocía el perdón. Para los romanos que tenían invadida a Jerusalén, la consigna era «Sé implacable con tus enemigos», porque el perdón era considerado como una cobardía o como una traición. Para los judíos imperaba la ley del talión «Ojo por ojo y diente por diente».
Entre nosotros reina el dicho “El que me la hace me la paga”. Sin embargo, en Jesús colgado en cruz, descubrimos que el perdón es el amor en su máxima expresión. Jesucristo no solamente perdona, no solamente olvida, lo que ya es heroico; Jesucristo excusa, justifica y esto ya es el colmo del amor y del perdón.
Indica que al ser perdonados, somos justificados por Cristo: La justificación nos fue merecida por la pasión de Cristo, que se ofreció en la cruz como hostia viva, santa y agradable a Dios y cuya sangre vino a ser instrumento de propiciación por los pecados de todos los hombres y mujeres.
Perdónalos, Padre, «Que no saben lo que hacen». La justificación arranca al hombre del pecado que contradice al amor de Dios, y purifica su corazón. La justificación es prolongación de la iniciativa misericordiosa de Dios que otorga el perdón.
Reconcilia al hombre con Dios, libera de la servidumbre del pecado y sana. Movido por la gracia, el hombre se vuelve a Dios y se aparta del pecado, acogiendo así el perdón y la justicia de lo alto.
“La justificación no es solo remisión de los pecados, sino también santificación y renovación del interior del hombre”, mediante la conversión (DS 1528).
El perdón es para todo: El Señor levantó su mirada al cielo y pidió perdón no sólo para turba presente que lo atormentaba, sino también por cada uno de nosotros en particular; por ti, por mí, por todos.