A sabiendas de un hecho cierto y aparentemente irreversible, que la Semana Santa es una combinación de esparcimiento y espiritualidad, pero más acentuada en este primer elemento, lo que se impone es hacer un llamado a la prudencia para evitar desgracias y víctimas fatales.
Aunque cada año se hacen exhortaciones para que la gente retome la esencia de este período histórico y religioso, muchos hacen caso omiso y se concentran en viajes y excursiones a balnearios en distintos puntos de la geografía nacional.
En rigor, esto no estaría mal si no fuera porque, como ha acontecido fatalmente en otras conmemoraciones, excesos en el uso de alcohol y manejos temerarios en las carreteras provocan muertes y llevan dolor a familias que deberían aprovechar el asueto para la reflexión y la unidad familiar.
Evitar que las personas aprovechen la Semana Santa para diversión es prácticamente imposible, y mucho menos que en cambio lo utilicen solo para descanso y meditación, pero todo esto puede hacerse con una dosis de equilibrio que garantice la seguridad propia y la de los demás.
Los operativos de seguridad y prevención que con tanto esfuerzo y dedicación realizan las autoridades son un medio importante para prevenir tragedias, pero la contribución individual de cada uno de los vacacionistas es vital para el éxito de los diferentes operativos desplegados a nivel nacional.
Es preferible perder un minuto en la carretera y no perder la vida en un minuto, una expresión que mantiene su vigencia como una invitación a la sensibilidad y conciencia ciudadana y que no puede ser desdeñada por ser vieja y repetitiva.
Es de esperar, pues, que la instancia a actuar con la debida moderación sea escuchada para que el dolor y los lamentos sean menos al final de este asueto, que de religioso y espiritual tiene cada día menos contenido, fuera de los clásicos enunciados.