Redacción salud.- La neumonía, también conocida como pulmonía, es una enfermedad que provoca la inflamación de los pulmones a causa de un virus o una bacteria. Se puede confundir con un catarro o una gripe porque sus síntomas principales son fiebre alta, escalofríos, expectoración, tos y dolor de tórax.
Este problema de salud causa múltiples muertes al año en todo el mundo debido a su posible confusión con un resfriado y, al no tratarlo a tiempo, se puede complicar de gravedad la situación del paciente. Esta infección respiratoria aguda también afecta mucho a los niños y causa una alta mortalidad infantil. Por eso, dada la gravedad de esta enfermedad, la Coalición Mundial contra la Neumonía Infantil proclamó el 12 de noviembre como el Día Mundial contra la Neumonía.
El Día Mundial contra la Neumonía se celebra para crear conciencia e impulsar una acción global que frene a esta enfermedad que cada día se lleva más de 2.000 vidas de niños y niñas en todo el mundo, según los datos de Unicef.
Asimismo, en este día se impulsan las campañas de vacunación de la neumonía, sobre todo entre los grupos de población que se encuentran en los extremos: los niños y los mayores de 65 años.
La detección precoz es el principal salvavidas de esta infección respiratoria, de este modo, es de vital importancia hacerse revisiones periódicas durante y después de un periodo catarral o gripal.
Síntomas y tratamiento de la neumonía
Los síntomas principales de la neumonía son tos, fiebres altas, fatiga, dolor en el pecho, expectoración, náuseas, vómitos o diarrea, dificultad para respirar, temperatura corporal más baja de lo normal, desorientación o cambios en la percepción mental en personas de edad avanzada. Asimismo, algunos menores de corta edad pueden presentar tan solo apatía, vómitos o fiebre.
Las causas que producen una neumonía pueden ser muy diversas, tales como bacterias, hongos o virus que afecten a los pulmones y deriven en una infección respiratoria.
El principal tratamiento de la neumonía es a base de fármacos antibióticos. Que el médico recete un tipo de antibiótico u otro depende de la gravedad de la enfermedad, del tipo de bacteria o virus que lo haya provocado y de las características del paciente.
Otro de los tratamientos preventivos son los chequeos periódicos y la vacunación, clave para prevenir altas tasas de mortalidad.