Los femenicidios se han con convertido, por su repetición en secuencia infernal, en una verdadera plaga en la sociedad dominicana, que contempla estupefacta cómo a diario las mujeres son asesinadas a manos de sus parejas.
Compañeros sentimentales que debían ser sus principales protectores, sobre todo cuando han procreado hijos, se convierten en sus verdugos, dando origen a interminables tragedias familiares.
En no pocas ocasiones los feminicidios son cometidos por ex maridos denunciados por sus continuos abusos y maltratos a sus parejas, sin que esto haya servido para proteger a las mujeres y evitar su muerte.
Por tan infaustas circunstancias y su frecuente reedición, se habla en estos casos de “crónicas de muertes anunciadas” en las que la autoridad tiene una gran dosis de culpabilidad por su indiferencia o inacción.
Hay todo un bien estructurado programa de prevención, gracias a la labor de entidades como el Patronato de Ayuda a Casos de Mujeres Maltratadas (PACAM), pero esta labor requiere un concurso más amplio y decidido de todos los sectores de la sociedad.
El PACAM ha logrado crear conciencia y métodos defensivos a las mujeres objeto de abusos, estableciendo un modelo preventivo que bien aplicado desde otras instancias, puede salvar muchas vidas expuestas ahora a un latente peligro.
Paralelamente, se necesita acelerar en el Congreso los proyectos encaminados a fortalecer las penas a los agresores que quedan con vida, porque con frecuencia se dan los casos en que los victimarios se suicidan luego de cometer sus atrocidades.
Se ha insistido mucho en que los acuerdos de reconciliación, estimulados e impuestos a veces por fiscales ante las denuncias de maltratos, deben ser abolidos, sobre todo cuando existen evidencias claras y repetidas de amenazas e inadmisibles actitudes agresivas.
Se necesita, pues, todo un plan bien articulado desde diferentes ámbitos de la sociedad para frenar esta ola de feminicidios que desgarran a muchas familias y que dejan en la orfandad a niños indefensos.