I.- La sociedad haitiana en crisis permanente
1.- En toda sociedad humana, integrada por clases sociales diferentes, se dan procesos como consecuencias de hechos sucesivos resultantes de enfrentamientos que unas veces son notorios, y en otras ocasiones imperceptibles.
2.- La lucha de lo que se llama pueblo, frente a la minoría, se lleva a cabo de diferentes formas: abierta y encubierta, pacífica y violenta, legal e ilegal, con suavidad y aspereza.
3.- La brega en un medio social compuesto por grupos humanos distintos en el sentido clasista, culmina en una crisis, que no es más que la ruptura de la unidad de los contrarios.
4.- Una crisis llega a estremecer el ordenamiento económico y social, cuando es de naturaleza estructural, y termina con la transformación de las añejas estructuras que frenan el progreso social.
5.- Esa disputa expresada por medio de la contienda política y social, luego se traduce en un pugilato decisivo del proceso que pone en aprietos a los sectores minoritarios que hasta ese momento se comportaban tranquilos manejando la situación del país.
6.- El viraje brusco de un proceso, en una sociedad dominada por la desigualdad, pone los nervios de punta a los de arriba y alegra a los de abajo. La conmoción social espanta a los pocos, y es signo de alegría de los oprimidos.
7.- En los momentos decisivos de la lucha social de los pueblos, lo que procede es dejar que se desarrolle el proceso, que siga su evolución, sin ninguna clase de interrupción. Atajar la lucha de las masas, les quita impulso y estímulo para su triunfo.
8.- Está comprobado que cuantas veces el poder de la minoría está a punto de ser convertido en añicos por el pueblo, viene en apoyo su aliado extranjero, para evitar así su total colapso. En abril de 1965, ante el evidente triunfo de las fuerzas constitucionalistas en nuestro país, hizo acto de presencia el imperio por medio de la intervención el 28 de abril.
II.- Cero intervenciones en Haití
9.- No tenemos datos precisos con relación a las fuerzas políticas y sociales enfrentadas en Haití, pero creemos que la crisis haitiana debe ser resuelta por los haitianos, sin intervención extranjera. Que Haití decida su propio destino.
10.- Nos inclinamos reverentes ante la independencia, autodeterminación y soberanía de los pueblos, sin importar que sean grandes o pequeños; cada uno debe resolver sus asuntos internos sin intromisión. Los haitianos están en la obligación de ponerse de acuerdo, o continuar en su lucha hasta determinar quién resulta triunfador.
11.- La palabra intervención salida de la garganta de un nacional dominicano con vocación democrática, desagrada, cae algo fastidiosa, genera irritación.
12.- Lo que procede es que en Haití, el proceso siga su curso, hasta ver en qué termina la crisis, y al final, comprobar cuáles fuerzas económicas, políticas y sociales resultan vencedoras.
13.- En Haití, nadie, absolutamente nadie, debe atribuirse el derecho de mediador, indebidamente interpretar la voluntad de las clases sociales en pugna, como tampoco hacer el papel de árbitros o bomberos sociales.
14.- Es considerar al pueblo haitiano como poca cosa, solicitar a fuerzas militares extranjeras para que lleguen a Haití, a poner orden, como si el pueblo de Haití, no supiera solucionar sus diferendos por la vía que crea de lugar. No subestimemos a un país de mujeres y hombres con una historia hermosa de lucha por la libertad, contra el racismo, el colonialismo y la esclavitud.
15.- Las dominicanas y los dominicanos sabemos que hay precedentes en América Latina y el Caribe, de que cuantas veces el aparato del Estado de la minoría nacional es agrietado por las fuerzas populares, llega su salvador extranjero a hacer de protector, para así truncar el proceso que tiene como objetivo llevar a cabo cambios realmente transformadores.
16.- Precisamente en nuestro país, hay un proceso democrático mutilado, cercenado el 25 de septiembre de 1963, y otro que volvió a ser amputado el 28 de abril de 1965.
17.- Aquel que crea que en Haití se soltaron los demonios, está totalmente equivocado. A nuestro entender, lo que está ocurriendo en el vecino país es la expresión de una crisis, llevada a un enfrentamiento con especial contenido económico, político y social.
III.- Ideas finales
18.- No se ve bien que cuando en un medio cualquiera se expresa una batalla social, sin importar de la naturaleza que sea, aparezcan los árbitros de ocasión, los encargados por el sistema en decadencia a hacer el papel de extinguidores.
19.- Entrometerse en los asuntos de otros países, no es ni ha sido bien visto. Allí donde usted no ha sido llamado, hace el papel de injerencista.
20.- Es feo estar de político al servicio del imperio, metiendo las narices en problemas de otros sin ser llamado a mediar. La función de metido no le luce a quien aspira a merecer la condición de estadista de altura. Eso hay que dejárselo a los politiqueros de escaso valor en el concierto de naciones.
21.- El pueblo haitiano, aunque sea visto por el imperio y las élites latinoamericanas y caribeñas, como una caterva de negros, pobres, hediondos y mal educados, merece todo el respeto y la consideración de las mujeres y los hombres libres y dignos del mundo.
22.- Lo ideal es, y debe ser el deseo de las personas con sentir democrático, que el proceso que se desarrolla en Haití concluya con el triunfo de las fuerzas motrices que representan el porvenir, y llegue así un nuevo amanecer para las haitianas y los haitianos.