Sólo por bruto, ignorante o incauto se acepta que gringos o haitianos vengan a acusarnos de racistas. Basta mencionarles a Frederick Douglass, defensor de los dominicanos, o los ridículos monarcas de Haití que fundaron un país egregiamente racista, pretendido faro de la negritud.
El racismo ha existido siempre entre individuos y pueblos que sienten algún prejuicio o antagonismo en que basan la discriminación del otro por su etnicidad, origen nacional o color de su piel. Alguna gente cree que hay diferencias entre razas que las distinguen por sus atributos o idiosincrasia, haciéndolas a unas superiores a otras, como por ejemplo los negros que juegan básquet o los judíos que son violinistas. Creo que esas diferencias son culturales, no genéticas, pero esa discusión pertenece a la moral, la ética y la ciencia.
El racismo de que nos acusan es peor, jurídico y policial, dizque una política de Estado contra los negros. Lo arguyen haitianos –nada que añadir magistrado— y el país de Martin Luther y Rodney King, donde dan latigazos a niños, mujeres y ancianos que buscan asilo (excepto si son rubios).