El ninguneo de los Estados Unidos al dejar casi tres años su embajada aquí sin un embajador y la calidad de los más recientes, activistas políticos sin experiencia diplomática premiados con el cargo, obliga a preguntarse si realmente hace falta uno. De los casi 200 países del mundo, República Dominicana es la única democracia estable sin embajador americano, junto con otros siete en situaciones críticas.
Eran de carrera
Hubo una época desde la década de los ’60 hasta los ’80 en que los embajadores estadounidenses en Santo Domingo eran funcionarios de carrera del servicio exterior, cuya prestancia ilustraba la importancia de la República Dominicana para el Departamento de Estado.
Desde antes de que llegara el primero, John M. Langston en 1884, Estados Unidos mostró tanto interés por Santo Domingo que realizó serios esfuerzos para anexar el país. Después hubo embajadores tan distinguidos como Frederick Douglass, gran amigo de los dominicanos. Desde 1962 hasta 1994, los embajadores fueron John Bartlow Martin, William Tapley Bennett Jr., John Hugh Crimmins, Francis E. Meloy Jr., Robert A. Hurwitch, Robert Yost, Robert Anderson, Lowell Kilday, Paul Taylor, Robert Pastorino y Donna Hrinak, todos funcionarios del servicio exterior y diplomáticos de carrera.
Los improvisados
Desde 1994, con la nominación y retiro antes de su aprobación de la boricua Mari Carmen Aponte, actual embajadora en Panamá, a Santo Domingo ha venido una sucesión de designados políticos premiados por su activismo partidista con la embajada en nuestro país. Luego de dos años sin embajador tras irse Hrinak, en 1999 vino Charles Manatt, abogado y político demócrata; en 2001 llegó el puertorriqueño Hans Hertell, abogado y político republicano que fue el segundo embajador estadounidense con más años en el mismo cargo en el mundo, pues duró hasta 2007.
Tras Hertell, de 2007 a 2009 vino Bob Fannin, abogado y político republicano de Arizona, que pasaba poco tiempo aquí. Chris Lambert, encargado de negocios ad interim, quedó a cargo de la embajada hasta 2010. De 2010 hasta 2013, estuvo de embajador Raul Izaguirre, activista político demócrata.
Lo sustituyó Wally Brewster, la primera persona casada homosexualmente designada embajador estadounidense en el hemisferio, quien duró desde 2013 hasta 2017. Fue premiado con el cargo por el presidente Obama tras recaudar fondos para su campaña presidencial. Brewster y su pareja Bob Satawake motivaron dificultades diplomáticas por su activismo por los derechos de la comunidad LGBTQI+.
La última embajadora fue Robin Bernstein, agente de bienes raíces vecina de Trump en la Florida, quien estuvo de 2017 hasta fines del 2020. Desde 2021 la embajada ha estado a cargo de Robert Thomas, otro activista homosexual que dejó el cargo en febrero de 2023 tras acusar al país de violar derechos humanos de trabajadores cañeros; Alexander Títolo, con rango menor a “deputy chief of misión”; y desde mayo de este año Isiah Parnell, veterano con casi tres décadas en el servicio exterior sin haber sido nunca embajador, cuya primera declaración pública fue promoviendo una celebración LGBTQI+.
¿Hace falta un embajador?
Los pueblos y el sector privado son tan sabios que para continuar la excelente hermandad entre República Dominicana y Estados Unidos no ha hecho gran falta un embajador. Los recientes encargados han sido muy inefectivos y contraproducentes.
El ninguneo del Departamento de Estado, que desde hace años intenta narigonearnos en el asunto haitiano, constituye un incordio político al que las realidades de los mercados y sensatez de los pueblos se sobreponen. Hay presiones arteras, como alegar falazmente que poseemos la mayor población de apátridas del hemisferio, advertencias a turistas para que no vengan, prohibiciones a la exportación de azúcar por una empresa que trata a todos sus obreros mejor que los americanos a los mexicanos.
Sin embargo, la semana pasada el congresista Adriano Espaillat urgió al presidente Biden y al Congreso a subsanar esa falta. Comoquiera, la democracia dominicana continúa consolidándose y la economía creciendo. Para enviar alguno similar a los últimos, con agendas ajenas al real interés bilateral, mejor que se lo sigan ahorrando. Si pretenden continuar con sus desafortunados estribillos, no hace falta ningún embajador: sus niños cantores se bastan muy bien. Pero ojalá deseen reciprocar la lealtad dominicana, mostrando respeto al escoger bien esta vez.
Un embajador estadounidense, que anteriormente fue funcionario en Santo Domingo, cree que la República Dominicana dejó de estar entre las prioridades del gobierno americano desde que en diciembre de 1991 fue disuelta la Unión Soviética. La última embajadora de carrera, Hrinak, llegó justamente a principios de los ’90.
Quizás el reordenamiento geopolítico con la emergencia de China como líder económico, y la previsible caída de Putin en Rusia lleven a reconsiderar su ninguneo de la relación con Santo Domingo, pero igual quizás convenga más que vayan a fuñir a otra parte mientras los empresarios y pueblos de cada nación seguimos fortaleciendo los ancestrales buenos vínculos dominico-estadounidenses sin necesidad de que amateurs diplomáticos sigan metiendo la pata aquí.