Para comenzar el año ligero de equipaje, con entendimiento y buenos deseos, es excelente ejercicio perdonar y orar por quienes nos han ofendido.
Comenté antes que no soy experto en conducta humana, pero llevo casi diez años en una confraternidad espiritual que a mí me ayuda muchísimo a la introspección y a procurar cómo vivir en paz. Conozco algunos que dicen “perdono, pero no olvido”. Vivir recordando enconos hace más daño al memorioso que a quien debemos perdonar. Aunque hay situaciones como en una canción del Cigala, quien alega “se me olvidó que te olvidé”; en esos casos quizás obra más el corazón que el cerebro.
Hay agravios, injurias y difamaciones, dignos de que sus autores enfrenten su responsabilidad civil y penal. Empero, hasta en esos casos ninguna sentencia judicial resarce el bréjete de batir aquello. Los intrigantes, mentirosos, engreídos y pretenciosos –reincidentes en quisquillas— generalmente procuran desquitarse por dolores ajenos a sus descargas emocionales.
No recuerdo quién dijo que perdonar es como soltar a un prisionero que luego descubres que resulta ser tú mismo. ¡Feliz año nuevo!