En nuestro país usamos el adjetivo “regular” para significar que algo está “ ahí, ahí”, ni muy bien o muy mal, lleno de medianía. Como adverbio, lo regular esta conforme a la norma. Sin embargo, quizás excepto en ambientes jurídicos, como verbo es una palabra casi odiosa y execrada en círculos híper-patrióticos. Su etimología es latina, “determinar las reglas o normas”. Toda sociedad o sistema social funciona acorde a usos y costumbres que el legislador convierte en leyes y reglas, cuya bondad o eficacia determina el éxito o fracaso, medido en términos de orden público, libertades y derechos, prosperidad e imperio de la ley. Estas perogrulladas las recuerdo porque me resulta incomprensible que quienes mas espantados dicen estar ante la inmigración ilegal haitiana, son también quienes mas rabiosamente se oponen a la regularización de la mano de obra extranjera. Sin legalidad aplicable y forzada es imposible ordenar ni regular nada, pero ninguna ley funciona si no es razonable. Un ejemplo es la disposición de que sólo 20% de la mano de obra de cualquier empresa puede ser extranjera. En la construcción, la agropecuaria y el turismo, esa proporción es actualmente imposible: fuente de incesantes violaciones. Es esperanzador que el expresidente Mejía haya propuesto el tema de la regularización para la reunión convocada por el presidente Abinader con Leonel y Danilo. Nada es patriótico sin que impere la ley.