Reina la indiferencia

En nuestra cultura, para muchos hombres el vehículo es un símbolo de su virilidad.

Montado en su jeepeta gigante aquel hombre se siente por encima de la especie humana.

Quisiera imaginar que sin intención de hacerlo, pero pasó las gomas del vehículo por encima de dos “gentes” y continúa como Johnny Walker. Los familiares, amigos y relacionados de los muertos están indignados.

¿Qué está pasando con nuestra sociedad?   Este conductor pudo haber estado borracho, drogado, deprimido o quizás es un delincuente? Hoy es un asesino.  Nada justifica su inhumana forma de actuar.  Me llegan las palabras del profesor Dr. Peña Sing: “traten a todos los pacientes como les gustaría que tratasen a su madre, o sus hijos”.

Aún con todas las perturbaciones posibles, a este conductor  no le gustaría que su madre o sus hijos fallecieran de la forma en que él asesino a estos dos hombres y menos que el asesino no se estacionase como mínima muestra de arrepentimiento o condolencia.

Impera el desorden, las reglas de transito no existen, o son abstractas.  Conducir a gran velocidad, cruzar los semáforos en rojo, guiar vía contraria, pararse encima de las rayas peatonales es permitido. Agredir a unas personas y seguir no genera consecuencias, no pasa nada. El transito se obstaculiza porque un conductor quiere girar en dirección prohibida o porque va a  pasar cualquiera de los Ministros, Vice Ministros, amigos,  y relacionados del gobierno.  Los responsables del transito responden a otras primicias  ¿Hasta cuándo?

Es cierto que los pasos peatonales son insuficientes, sin embargo la población no ha sido informado de forma efectiva sobre los beneficios de utilizarlos. Educar es una tarea ardua y a largo plazo,  pero cuando los gobiernos se lo propone lo logran.  Gracias al interés de los gobernantes aprendimos a pagar impuestos, incluso en contra de nuestra voluntad.  Es lógico, todavía la población que paga no visualiza el estado de bienestar que deben generarles sus contribuciones.

El sistema de educación tiene la obligación de dar herramientas para vivir.  Invito a instruir sobre  urbanismo, el comportamiento en sociedad, en la vía pública, el manejo de la basura.  No basta con que esté en el programa, es tenerlo como prioridad, para salvar sus vidas. La familia no puede dar lo que no ha recibido, lo que no tiene.  La educación es responsabilidad del Estado. En Quisqueya la indiferencia que genera la impunidad  y desigualdad está destruyendo la condición humana. Indignarse es de gente buena, pero no es suficiente. De todos y todas depende que nuestro país sea un lugar seguro.  Reacciona.