Me ha entristecido el fallecimiento de Reinaldo Pared Pérez, reconocido líder político de la nación. No lo conocí personalmente, pero a través de los medios de comunicación, seguía sus actividades políticas; todo parece indicar que las disfrutaba; con el correr del tiempo, con más experiencias y madurez, sus aportes eran mejores.
Abogado, político, profesor, entre otras cosas, Reinaldo fue Diputado, Senador, presidente del Senado, Secretario General del PLD; se le veía activo y salía airoso de muchas contiendas; tenía un futuro brillante; decían que aspiraba a la presidencia de la República. De manera inesperada, el cáncer le declaró la guerra. Acostumbrado a librar batallas, lo enfrentó con firmeza y coraje; sin embargo, esta extraña enfermedad, le cerró caminos, lo acorraló, le fue quitando fuerza y finalmente, lo venció y sepultó.
Para Reinaldo, el escenario debió ser difícil, pero no debemos olvidar que Dios tiene un plan para cada uno y no lo sabemos; a veces da pellizcos para que reaccionemos y veamos otros aspectos de la vida; a veces complica situaciones para que toda una familia o pueblo, reflexione y aprenda de otros aspectos del diario vivir, que tienen que ver con el prójimo.
¿Se rindió Reinaldo al cáncer? No lo sé. Lo visualizaba luchando como en situaciones políticas, dándole sus mejores mensajes de perseverancia a la juventud. Estoy muy apenada; fue un ser humano de quien recibimos variadas lecciones y no esperaba este final. Recibí la noticia de su partida en Europa; justamente, arropada por la brisa fresca de esta temporada de otoño y la cercanía del invierno y que ponen a reflexionar sobre asuntos del alma, sobre Dios.
Este continente, con tantos lideres talentosos y laboriosos, que saben manejarse en buena lid, buscando paz, justicia social, bien común, es decir, que buscan una sociedad justa, equilibrada, humana, invita a pensar que de nada vale tener poder y dinero, si no buscamos el bienestar del prójimo, si no compartimos con los demás. Nos recuerda que la vida es una y termina. Todo queda; lo más valioso que podemos dar, ya estemos enfermos o sanos del cuerpo, son huellas positivas que contribuyen a hacer más viable la vida de la población, de los más pobres. Pienso que esa misión, esa forma de llevar la vida, pone a pensar más en el prójimo que en sí mismo.
Urge que los seres humanos comprendamos que lo que más tranquilidad proporciona, lo que permite aceptar con resignación lo designios divinos, es hacer el bien por doquier, aun en los momentos de dolor y tristeza. Como Jesús, el hijo de Dios, debemos demostrar que podemos estar siendo injustamente castigado, pero con fe, debemos sacar fuerza interior para combatir los males, de cualquier índole; perseverar en las luchas, confiando en Dios. Que en paz descanse, Reinaldo Pared Pérez.