El 24 de abril de 1965 se inició en la República Dominicana una insurrección cívico- militar para restablecer la Constitución democrática de 1963, la más avanzada de la historia dominicana, y para reinstalar a la vez el Gobierno del Partido Revolucionario Dominicano-PRD presidido por el Profesor Juan Bosch; derrocado el 25 de septiembre de 1963 por un golpe militar auspiciado por EEUU, la oligarquía local y la jefatura militar corrupta.
La resistencia de la ultraderecha militar fue derrotada en tres días y junto a las instituciones democráticas electas en 1962 se conformó un poder popular basado en los Comandos de soldados, trabajadores, estudiantes, mujeres y profesionales.
El ideólogo de la previa conspiración militar democrática, que contó con el aliento del Profesor Bosch, ambos desterrados después del golpe, fue el coronel Rafael Fernández Domínguez (fundador del Movimiento Militar Constitucionalista), quien más tarde cayó en combate frente a unidades de las tropas invasoras estadounidenses.
Ese formidable insurgencia contó además con el impulso del joven liderazgo de José Francisco Peña Gómez (PRD) y la destacada y combativa participación de las tres principales organizaciones de las izquierdas, representadas por la Agrupación Política 14 de Junio, el Movimiento Popular Dominicano-MPD y el Partido Comunista Dominicano-PCD (antes con el nombre de Partido Socialista Popular-PSP). Participó también la fracción progresista del socialcristianismo.
El liderazgo político-militar de ese nuevo proceso revolucionario fue asumido por el Coronel Francisco Alberto Caamaño Deño, electo por el Congreso Presidente del Gobierno en Armas ante la ausencia de Bosch, con fuerte proyección internacional.
Consumada la victoria popular a nivel interno, se produjo el desembarco de 42 mil marines estadounidenses (con la mampara de la OEA), destinado a bloquear la revolución y el proceso soberano y a imponer los designios imperiales de la superpotencia norteamericana.
Las enseñanzas de la revolución de abril, después de 56 años de los efectos negativos de la contrarrevolución posterior, siguen teniendo un gran valor para el proceso de recuperación de las izquierdas dominicanas y para las luchas actuales en Nuestra América.
Las principales pueden resumirse así:
-El valor del programa y la consigna unificadora del pueblo en cada momento: Constitución de 1963, Constitución sin elecciones, Juan Bosch presidente.
-La unidad en todos los planos: al interior de los partidos revolucionarios, entre los diferentes corrientes de izquierda y las demás fuerzas democráticas; entre civiles y militares abrazados al mismo ideal; entre combatientes y pueblo, entre partidos y movimientos sociales avanzados.
-Identificar al enemigo principal inmediato sin perder de vista los enemigos estratégicos y muy especialmente el papel determinante del imperialismo estadounidense dentro del bloque de dominación.
-La naturaleza invariablemente opresora y criminal de la clase dominante y del imperialismo y el carácter irrenunciable de la autodeterminación y la soberanía popular y nacional
-La necesidad de estar preparado para todas las formas de lucha y en condiciones de asumir la lucha armada cuando esta se torna imprescindible para contrarrestar los niveles de violencia de los opresores.
-El valor del internacionalismo de los pueblos para contrarrestar el internacionalismo de la reacción y del gran capital.
-La disposición a construir dirección colectiva sin regatear el liderazgo real forjado al calor de las luchas.
-La complementariedad de las fuerzas y el respeto a su diversidad, procurando superar o administrar adecuadamente las divergencias.
-La voluntad de “forzar la marcha de los acontecimientos dentro de lo posible”.
-El tesoro político de la firmeza, la integridad, la dignidad personal y patriótica. La delimitación de fronteras con la traición al pueblo y a los ideales emancipadores.
-El destacadísimo papel de las mujeres y el aporte extraordinario que implica su participación.
-La importancia del crecimiento de la conciencia contestataria y la rebeldía justa de las juventudes.
-La diversidad de papeles en todas los sectores incorporados al proceso transformador y (militares, artistas, intelectuales, técnicos, personal de apoyo, educadores, trabajadores de la salud…).
-La creatividad y la innovación para la superación de esquemas y dogmas.
-El tipo de democracia que es necesario proyectar en el presente y hacia el futuro, partiendo de esa formidable experiencia de poder popular en la República de los Comandos del 65.
En la negación de no pocas de estas enseñanzas podremos encontrar las causas de las debilidades de las izquierdas a largo proceso de enfrentamiento con una contrarrevolución imperialista, que aun fuerte y brutal no es imposible derrotar para abrir las compuertas de la esperanza hacia las transformaciones postergadas.
Su violación o el alejamiento de sus lecciones, provocó, entre otros factores, la declinación posterior hasta su estado actual.
Vale, por tanto, asumirla con determinación para acelerar los cambios que la deslegitimación y descomposición del poder constituido pide a grito en no pocos países de Nuestra América.