Doscientos cincuenta y tres haitianos, entre ellos 31 menores, recalaron el martes en Ciego de Ávila, Cuba, por un mal tiempo mientras iban hacia la Florida huyendo del infierno que es su país.
En lugar de manifestar solidaridad revolucionaria, ofreciéndoles asilo o refugio, el gobierno cubano contactó de inmediato a las autoridades en Puerto Príncipe para devolverlos de modo “organizado, seguro y voluntario al país de origen”, según se publicó en La Habana. En asuntos de policia y migración los cubanos no mamonean.
Es revelador que haitianos que salen en chorros hacia cada rincón del mundo, emigrando de su inviable territorio, prefieran regresar en vez de disfrutar del paraíso del proletariado. Cuba, que intentó exportar su revolución a Suramérica, que controla a Venezuela e influye en Nicaragua, nunca ha siquiera mirado hacia Haití. Puede que sea racismo, como en sus barberías, pero revela mucho sobre Cuba, sobre Haití y sobre cómo nos diferenciamos enormemente, de ambos, los dominicanos.
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