Con alguna perioricidad vemos en la prensa la noticia de que una madre quemó las manos de su hijo porque había «robado» un dinero o no había entregado completa la devuelta, luego de una compra.
Regularmente la reacción de la gente común frente a una noticia como esta es de rechazo a la madre por provocarle tal daño a su hijo. Pero quiero decir que ni es robo la conducta del niño, ni suele actuar con maldad la madre que reacciona de esta manera. Aunque sea un delito y esta madre deba sufrir las consecuencias de esta acción, lo que mueve su respuesta son las mismas creencias falsas que mueven la conducta de la mayoría de los adultos en una sociedad como esta.
Esta madre por ignorancia, le da cabida al miedo de pensar que su hijo, a tan corta edad, sea un delincuente. O movida por creencias religiosas mal integradas, lo ve como «pecador» y por ello lo castiga. La mayoría de los adultos con un nivel bajo de educación acerca de estos temas, se comportan en nuestra cultura, movidos por el miedo o por una idea falsa del pecado que los lleva a juzgar a los demás. Los padres y madres no están exentos de estas falsas creencias en la intención de criar a los hijos y hacer de ellos “personas de bien”.
He recibido en el consultorio a padres y madres que escandalizados llevan a su niño o niña de 7,8 o 10 años porque «esta robando dinero». Mi respuesta frente a ellos es explicarles que los niños no roban. Que esta conducta es nominada como hurto cuando se trata de niños y niñas y que regularmente tiene explicación en el mundo emocional y afectivo del niño.
Cuando los tengo en el consultorio estas son las aclaraciones con que inicio, de manera que bajen las defensas y el miedo para poder trabajar con una mirada más humana y comprensiva acerca de ellos mismo y su hijo.
Al explorar y entrar un poco en la dinámica familiar lo que encontramos es a un niño o niña con una gran carencia afectiva que la manifiesta a través de esta conducta. La falta de amor, atención, cariño, respeto, validación y cuidado, hacen que a nivel inconsciente los niños busquen ser queridos y valorados a través de esta conducta. Pueden hurtar dinero para comprar cosas, dulces o regalos y dárselos a otros en búsqueda desesperada de agradecimiento y cariño. Aprenden a ser amados por «lo que dan» y no por «lo que son». Como sienten que «no son» buscan «ser» a través del «dar».
Si descubren que los padres tienen ideas rígidas o son muy moralistas, el inconsciente puede crear este recurso para atraer la atención de estos.
Es que es tan básica la necesidad de amor de los seres humanos que cuando no se recibe de manera positiva se crean mecanismos inconscientes para recibirlo, aunque sea de manera negativa. Y que bueno, pues de no ser así no llegarían a la consulta y no tendríamos la oportunidad de hacer la interpretación correcta de la conducta.
Tenemos historias muy hermosas de familias que luego de un proceso terapéutico, lograron entender que lo que su hijo estaba haciendo era levantar una bandera blanca de pedida de ayuda que llamara suficientemente la atención de sus padres y que los obligara reaccionar.
Todo esto lo hace el amor. Papá y mamá son tan importantes y amados por los niños, que buscan todas las formas posibles de hacérselo saber, aunque sea de manera negativa para ellos mismos.
Si miramos a nuestro alrededor encontraremos muchos adultos que han caído en esta trampa y que aún luego de mayores, se validan de esta forma, dando cosas materiales en una acción desesperada que constantemente dice «por favor ámame, de alguna manera, pero no dejes de amarme».
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