Cualquiera pensaría que 40 años de matrimonio, es tiempo más que suficiente para que una pareja ya no tenga malentendidos, pero la realidad demuestra que no lo es.
La siguiente historia se trata de dos abuelitos: él un hombre jovial, bastante espontáneo e impetuoso en sus reacciones. Ella más paciente y prudente. Pero aquel cruce de palabras que tuvieron esa mañana, la había ofendido tanto que la llevó a tener la respuesta habitual: el mutismo.
Almorzaron en silencio. El televisor había llenado un poco el vacío, sin solucionar el problema. El café de la tarde los vio reunirse dentro del mismo clima. Y llegada la cena, tampoco se dijeron nada.
Al abuelito ya se le había pasado totalmente el mal rato y quería que le sucediera lo mismo a su compañera. Pero, evidentemente, esto no sucedió porque ambos tenían reacciones distintas. Pero había que encontrar una manera de hacerla hablar, sin que ello significara capitulación por ninguna de las dos partes, porque no valía la pena volver sobre ello.
Cuando ya se iban a acostar, al abuelito se le ocurrió una idea. Se levantó muy preocupado y abriendo uno de los cajones de su cómoda, se puso a buscar afanosamente en él. Sacaba la ropa y la tiraba sobre la cama. Luego de haber vaciado todo el cajón, lo cerró con fuerza y se puso a hacer lo mismo con el siguiente. Cuando ya se decidía a hacer lo mismo con el tercero, la abuelita rompió el silencio y preguntó entre enojada y preocupada: “¿Se puede saber qué estás buscando?”
A lo que contestó su esposo con una sonrisa: “¡Sí! y ya lo encontré: ¡Tu voz, querida!”
Si se enojan, no permitan que eso los haga pecar. El enojo no debe durarles todo el día. Efesios 4:26 (TLA). El silencio es como el frío que penetra hasta el alma, por esa razón no debemos permitir que el enojo destruya ninguna de nuestras relaciones. Todo los días debemos cuidar cada una de ellas y evitar que nuestras emociones causen malos entendidos y terminen alejándonos de nuestros seres queridos.
Si por alguna razón te distanciaste de alguna persona que es importante para ti, pídele a Dios que restaure esa relación, que te permita aclarar cualquier mal entendido y puedas pedirle perdón a esa persona si la ofendiste con o sin intención.
Evita que los problemas te roben la hermosa oportunidad de comunicarte y compartir bonitos momentos con todas aquellas personas que Dios puso a tu alrededor.
No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan. No entristezcan al Espíritu Santo de Dios con la forma en que viven. Recuerden que él los identificó como suyos, y así les ha garantizado que serán salvos el día de la redención. Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta. Efesios 4:29-31 (NTV).
Fuente: Reflexiones Cristianas.