RSC y publicidad

Las empresas que han acogido la responsabilidad social como parte integral de sus prácticas de negocios, adoptan códigos de ética, declaraciones de principios, políticas ambientales, ejercicios de cumplimiento y compromisos con sus empleados, clientes y suplidores que las convierten en ciudadanos corporativos.

Para estas sociedades, que incluso ya auditan los programas que las hacen socialmente responsables, y los certifican a través de instituciones independientes, es impensable admitir a un suplidor que asuma malas prácticas, especialmente en perjuicio de terceros.

En ellas no tienen o no deben tener cabida los depredadores ambientales, violadores de leyes y normas, conculcadores de los derechos humanos, victimarios laborales,  lavadores de activos, traficantes o evasores de impuestos.

Encabezo una firma de consultores, que tiene entre sus clientes marcas corporativas internacionales y locales, y puedo dar testimonio de sus altos niveles de exigencias para incorporar en sus registros a un suplidor.

Los clientes estatales no se quedan atrás y demandan –antes de hacer desembolsos por servicios prestados- pruebas de cumplimiento al día con la Tesorería de la Seguridad Social y el pago de los impuestos. Ojalá incluyeran también servicios públicos, como la electricidad y el agua.

Las marcas comerciales también se están apegando, crecientemente, a las mejores prácticas como forma de solidificar sus nexos con los consumidores. Salud, nutrición, consumo responsable, empaques reciclables y biodegradables, transparencia en la información, elevación al máximo de la calidad, orientación a los usuarios.

Uno se pregunta si alguna vez las marcas comerciales escogerán a sus suplidores de servicios publicitarios a partir de criterios que vayan más allá de la audiencia (categoría fundamental para la inversión mercadológica).

Asociar marcas que han labrado su prestigio y aceptación en en tiempo  con medios de comunicación o comunicadores centrados en la ilegalidad, el tráfico de influencia, el enriquecimiento ilícito, el chantaje y la canonjía, alguna vez dejará de tener sentido.

Y es que la responsabilidad social corporativa evoluciona y se extiende hacia ámbitos insospechados de la producción, la cadena comercial, el consumo y la promoción. Las empresas pueden hacer una gran contribución para contar con mejores ciudadanos y hasta con un periodismo ético.