Kiev/Leópolis.- Tras más de cuatro meses sin intercambios de prisioneros de guerra, los familiares de los cautivos ucranianos temen por sus seres queridos, mientras que las autoridades denuncian una campaña rusa para desestabilizar la sociedad a través de llamadas telefónicas que culpan a Kiev de la congelación de la situación.
En total, 2,598 prisioneros de guerra han regresado a Ucrania en 48 intercambios, pero varios miles permanecen cautivos.
«En julio, la cantidad de prisioneros de guerra liberados se redujo de forma significativa. Después del 7 de agosto, los intercambios se detuvieron», dijo a EFE Petró Yatsenko, jefe de prensa del Cuartel de Coordinación para el Trato de los Prisioneros de Guerra.
Según Yatsenko, Moscú nunca dijo que fuera a detener los intercambios. «Lo han retrasado una y otra vez sin dar ninguna razón», explicó.
A Rusia no le importan sus propios presos, aseguró. Muchos llevan medio año en Ucrania o incluso desde el principio de la invasión en febrero de 2022.
«Estamos proponiendo a cada uno de estos tipos (para intercambiarlos) a la parte rusa, pero Rusia no quiere recuperarlos», afirmó Yatsenko.
La congelación de los intercambios ha coincidido con «cientos, incluso miles» de llamadas telefónicas organizadas por las autoridades rusas entre los cautivos y sus familias en Ucrania.
«El mismo guión se repite todo el tiempo. Llevo aquí mucho tiempo y la parte rusa está dispuesta a intercambiarme. Pero la parte ucraniana no hace nada y deberíais hacer algo al respecto», explicó Yatsenko con respecto al contenido de estas llamadas.
El 29 de noviembre, Valentina Tkachenko recibió una breve llamada de su marido, capturado en la planta nuclear de Chernóbil al inicio de la invasión.
«Me repitió varias veces que tengo que actuar con las autoridades en Kiev, ir a ellos, influirlos, porque le han dicho que Ucrania no quiere recuperarlos», contó a EFE.
Según ella, otros 16 allegados de presos de la misma unidad de su marido recibieron llamadas similares, en las que los cautivos repitieron el mismo «mantra».
Yatsenko, por su parte, indica que se trató de una «campaña masiva» y apunta a que la congelación de los intercambios forma parte de los intentos rusos de «resquebrajar la estabilidad» de la sociedad ucraniana, sembrando la discordia y enfrentado a las familias con las autoridades.
«Es duro cuando te esfuerzas mucho y aún así no ves ningún resultado», afirma Anastasia Emelianenko.
Su marido, Yuri, es uno de los 27 músicos de las tres orquestas militares que fueron capturadas en Mariúpol (sur) por los rusos en la primavera de 2022.
Músico de profesión, Yuri apenas tenía nada que ver con el servicio militar, subraya su mujer, que explica que se unió a la orquesta local de la Guardia Nacional de Ucrania porque era «la mejor» de Mariúpol.
Durante el asedio de la planta de Azovstal, los músicos ayudaron a ocuparse de los heridos y de los cuerpos de los muertos, relata Emelianenko. Tras la captura, sólo ha recibido una breve carta de Yuri, en paradero desconocido, lo que le hace temer por su destino.
El cuerpo de uno de los músicos ha sido devuelto a Ucrania con signos de tortura.
Más del 94 % de los cautivos liberados afirman haber sufrido torturas, dijo Yatsenko a EFE; en algunos casos, los prisioneros fueron golpeados a diario, privados de alimentos o de atención médica y aislados de sus familias, según señaló.
Los allegados de los cautivos rechazan rendirse. «No hay garantías de que podamos cambiar nada, pero no hacer nada tampoco va a ayudar», razonó Emelianenko.
Junto con otros familiares ha creado la iniciativa Traed a la banda a casa, con la que tratan de llamar la atención sobre su situación.
Uno de sus vídeos, «Melodía rota», en el que se ve a una orquesta tocando sin algunos de sus miembros, aspira a subrayar la ausencia de los cautivos.
En concreto, Emelianenko insta a los músicos extranjeros, compañeros de profesión de su marido, a mostrar su solidaridad recordando al público durante sus actuaciones la situación de los cautivos. «Esperamos que no permanezcan tan indiferentes», confió.