Redacción internacional.- En Sudán, devastado por 17 meses de guerra civil, la violencia sexual se ha convertido en un oscuro y recurrente instrumento de control y opresión. A medida que las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) y el ejército sudanés continúan la lucha por el control de la capital Jartum y otras zonas estratégicas, las mujeres sufren atrocidades que reflejan el profundo impacto de este conflicto.
En el cruce entre territorios controlados por ambos bandos, en un mercado improvisado al borde de Omdurman, Miriam (nombre ficticio) compartió con la BBC un desgarrador testimonio. Según relata, dos combatientes de las FAR irrumpieron en su hogar al inicio de la guerra e intentaron violar a sus dos hijas, de 17 y 10 años.
«Les dije a los soldados que si querían violar a alguien, que me violaran a mí», relató Miriam. A pesar de su intervención, fue golpeada y forzada por los hombres, mientras sus hijas lograron escapar saltando una valla con otras niñas.
Este es solo uno de los múltiples relatos que reflejan cómo la violencia sexual se ha normalizado como parte de la guerra en Sudán, dejando cicatrices físicas y emocionales profundas en las víctimas.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Turk, ha denunciado que la violación se está utilizando como un arma de guerra en Sudán. La ONU documenta numerosos casos de violencia sexual cometida tanto por soldados del ejército como por las FAR, aunque los abusos perpetrados por las FAR y sus milicias aliadas han sido señalados como más extendidos.
«Desde que las FAR llegaron a nuestro territorio, comenzaron los rumores de violaciones, hasta que lo vimos con nuestras propias vecinas,» relató Fátima (nombre ficticio), otra mujer que huyó hacia Omdurman. Ella también compartió que dos hermanas de su comunidad, de 15 y 17 años, fueron violadas por cuatro soldados y quedaron con signos visibles de abuso. Una de ellas quedó embarazada.
La guerra ha dejado a más de 10,5 millones de personas desplazadas en Sudán, en un contexto marcado por la anarquía, el saqueo y la brutalidad. Muchas familias viven bajo el control de las FAR, donde los hombres enfrentan arrestos arbitrarios y extorsiones, lo que deja a las mujeres a cargo de buscar alimentos y sostener a sus hijos. En su desesperación, estas mujeres cruzan hacia zonas controladas por el ejército para encontrar comida más barata, arriesgándose a ser retenidas o atacadas en el camino.
«Tenemos hambre y necesitamos alimentar a nuestros hijos,» declaró una mujer en el mercado Souk al Har. Sin embargo, la violencia sexual acecha a quienes intentan sobrevivir en estas condiciones. Algunas jóvenes, según testimonios, son retenidas por varios días y forzadas a someterse a los deseos de los combatientes.
A pesar de los esfuerzos de organizaciones humanitarias para visibilizar esta situación, muchas mujeres en Sudán no encuentran opciones para huir del horror. Las FAR aseguran que han implementado medidas para prevenir la violencia sexual, pero los testimonios revelan una realidad muy diferente.
«¿Dónde está el mundo? ¿Por qué no nos ayudan?» exclamó una mujer entre lágrimas, mientras otras a su alrededor sollozaban en silencio. La impotencia y la desesperación resuenan en sus voces al narrar su sufrimiento y la indiferencia que sienten por parte de la comunidad internacional.
Las mujeres entrevistadas por la BBC expresaron su resignación ante la falta de opciones para escapar del conflicto. Miriam logró reconstruir su vida trabajando en un puesto de té, pero muchas otras no tienen los medios para empezar de nuevo. «Somos demasiado pobres para irnos», dijeron varias de las entrevistadas, conscientes de que su única opción es regresar a las zonas controladas por las FAR.
Con bombardeos, saqueos y violaciones marcando el ritmo de la vida diaria en Sudán, las perspectivas de paz o asistencia internacional parecen cada vez más lejanas. Mientras tanto, las mujeres del país continúan enfrentando los horrores de la guerra con una valentía desesperada, luchando no solo por su supervivencia, sino también por la de sus seres queridos.