La anexión a España encontró resistencia desde el principio por el temor que generaba la posibilidad del restablecimiento de la esclavitud, pero despejado ese aspecto sometida a referéndum lo ganaba. El general Pedro Santana no era hombre de poses, lo que dijo en el discurso de oficialización de ese desatino era lo que sentía: que actuaba “conforme a los deseos que siempre habían manifestado los dominicanos”.
Desde el opúsculo que dio a conocer en 1862 Manuel María Gautier, titulado “La gran traición del general Santana”, nadie le ha despejado del mote de traidor, aunque no haya un solo historiador que no esté consciente de que hizo lo que muchos querían y lo que gestó uno de los padres de la Patria.
Obvian adrede recordar que el vocablo independencia no aparece en el Manifiesto del 16 de Agosto de 1844 que sirvió de base a la proclama del 27 de Febrero, porque esa expresión no era común al conjunto de fuerzas que se coaligaron para desalojar a los ocupantes haitianos del suelo dominicano, que la palabra cohesionadora era separación.
Para que la atribución de traición encuadre mejor se oculta una parte del relato histórico y se presenta la que nunca fue proclama de independencia como obra exclusiva de los trinitarios, que tuvieron un rol decisivo pero que interactuaron con otros tres grupos que querían expulsar a los haitianos y procurar un protectorado de una potencia que nos resguardara de las amenazas de los vecinos.
¿Si los que siempre se confesaron abiertamente pro-españoles buscaban la tutoría de España, a quien estaban traicionando? ¿Y si hacían lo propio los pro-ingleses o los afrancesados?
Se colocaban de espaldas al ideal de los trinitarios, pero traición no puede ser hacer o procurar la cosa en la que usted cree. Podrá estar equivocado o experimentar el desengaño que vivió Santana, a quien evidentemente el paso le salió muy mal.
Pensó en tres cosas: prosperidad para el pueblo dominicano, progreso para los de su entorno y freno al peligro haitiano, y él mismo acabó sufriendo humillaciones inesperadas, porque España tuvo un comportamiento desconsiderado.
Las protestas que en principio eran aisladas y de sectores minoritarios pasaron a ser expresión de un disgusto generalizado, el campesinado cibaeño empezó a maldecir la anexión por la aplicación del sistema de bagaje que los despojaba de sus animales de carga y de transporte para ponerlos a brindar servicios a las tropas y los devolvían derrengados e inservibles, pero además impusieron la discriminación racial en todas las esferas y los escasos puestos de trabajo lo dejaron para los españoles.
Si algo hizo la economía del pueblo dominicano fue empeorar, pero además se expandió el temor a la esclavización y el pueblo montó en cólera y se sumó a las acciones restauradoras.
El hombre que incurrió en esa grave equivocación fue el que salvó a la Patria con su sabia y valiente actuación en la Batalla del 19 de Marzo en Azua, y al que se le quiere escamotear un lugar de descanso en el que se reconozca su heroicidad, alegando que es traidor y asesino.
Que no puede estar junto a María Trinidad Sánchez en el Panteón Nacional porque la fusiló junto a los hermanos Puello en la conmemoración del primer aniversario de la Independencia, hechos que se enumeran sin exponer las causas, jamás se dice que si la conspiración en su contra hubiese prosperado el fusilado hubiese sido él.