Redacción internacional.- Este 14 de febrero veamos, desde el punto de vista de Santo Tomás de Aquino, los estados de la verdadera pureza de este sentimiento
Por el Dr. Salvador Echeagaray Guerrero, Académico de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG)
La filosofía escolástica, desarrollada, en buena medida, por Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII, ha tenido un profundo impacto en la teología y la filosofía cristiana.
El amor es uno de los temas centrales en su pensamiento, y su enfoque sobre esto, es un tanto complejo como profundamente inspirador. Vamos a explorar su visión sobre el amor:
Para Santo Tomás de Aquino, el amor es fundamentalmente la voluntad de querer el bien para el otro.
Esta definición resuena profundamente en la tradición cristiana, donde el amor no es simplemente un sentimiento, sino un acto de voluntad dirigido hacia el bienestar del prójimo.
Santo Tomás distingue entre dos tipos principales de amor:
En el pensamiento tomista, el amor de caridad es el más elevado y perfecto.
La caridad es el amor que une al ser humano con Dios y, por extensión, con los demás seres humanos. Según Santo Tomás, la caridad es la virtud teologal que nos permite amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios.
A diferencia de otros enfoques que pueden ver el amor como algo puramente emocional, la filosofía tomista integra la razón con el amor.
Para Santo Tomás, la razón puede y debe guiar el amor. Así, el amor verdadero es racional y ordenado, dirigido hacia el bien y la verdad.
El amor, en la filosofía tomista, es también un acto de la voluntad. No es simplemente algo que se siente, sino algo que se elige. Esta elección está orientada hacia el bien del otro, y es a través de este acto de la voluntad que el amor se convierte en una fuerza poderosa y transformadora.
Ergo, la visión tomista del amor es profunda y abarca tanto la dimensión teológica como la filosófica. Para Santo Tomás de Aquino, el amor es una virtud fundamental que unifica y eleva la vida humana, orientándola hacia el bien supremo, que es Dios.
Su enfoque nos invita a ver el amor no solo como una emoción, sino como un acto de voluntad racional y desinteresado, dirigido hacia el bien del prójimo.
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