Pocas veces se ha escrito y hablado tanto sobre un obispo, como ha ocurrido esta semana con Francisco Ozoria Acosta, el gallo tapado del Papa Francisco para llenar la vacante que se había producido en la Iglesia Católico dominicana, al acogerse la renuncia de Su Eminencia Reverendísima Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, como arzobispo de la arquidiócesis de Santo Domingo.
Sus credenciales académico-teológicas y su labor pastoral hablan de un sacerdote preparado para cualquier misión: estudios filosóficos en la Pontificia Universidad Madre y Maestra de Santiago de los Caballeros, y teológicos en el Pontificio Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino, y especialidad en Teología Pastoral en la Universidad Lateranense de Roma, añadido a sus misiones en la Pastoral Vocacional de San Francisco de Macorís, o como director la Obra Diocesana de Vocaciones Sacerdotales, Vice-rector y formador del Seminario Menor Santo Cura de Ars, en la Vega, y profesor de teología pastoral del Seminario Mayor Santos Tomás de Aquino.
Y es la segunda vez que recibe un nombramiento de las atribuciones exclusivas del papado, el primero fue la designación como obispo por parte del Papa Juan Pablo II, en 1997 para encargarlo de la recién creada diócesis de San Pedro de Macorís, en la que ha permanecido hasta que el Papa Francisco, le ha dado esta nueva misión de encabezar la mayor arquidiócesis de la República Dominicana.
Es consciente el obispo Ozoria de que enfrenta uno de los mayores retos de su vida eclesial, porque ha de calzar las sandalias de la figura de mayor peso y liderazgo en la Iglesia Católica del país, tal así que se le asumía como el jefe del catolicismo, aunque en la conferencia de los obispos era uno más de sus integrantes.
En los 19 años que ha estado al frente de la diócesis de San Pedro, Ozoria se ha proyectado como un defensor de los derechos de los inmigrantes haitianos, mientras López Rodríguez es un símbolo viviente de la dominicanidad que ha defendido el derecho que tiene el Estado dominicano para regular los asuntos migratorios, como lo hacen otros países.
Es la razón por los que algunos aguardan que el nuevo arzobispo proyecte una línea contraria a la de López Rodríguez en relación con el tema migratorio, y eso sería un grave error, porque el arzobispado de Santo Domingo no es la diócesis de San Pedro de Macorís, por lo que las repercusiones de cualquier planteamiento son distintas.
Los cercanos definen a Ozoria como un hombre sabio y prudente, y si es así, será un arzobispo de bajo perfil mediático que dejará a la Conferencia del Episcopado Dominicano desempeñe su rol como un ente llamado a fijar las posiciones de la Iglesia en relación a los temas controversiales, y se envolverá más en la fe.
Cada maestro tiene su librito y hay cosas propias de la personalidad de López Rodríguez, que es probable que no le asienten bien a Ozoria y viceversa. Cada quien tiene que desarrollar sus aportes sin andar procurando equiparaciones que suelen ser injustas.
Ozoria se asemeja a liderazgos como lo del Papa Francisco y el presidente Danilo Medina, que reflejan sencillez y cercanía, y en una interacción más cercana con las diócesis, los sacerdotes y la feligresía puede empujar renovaciones que le vendrían muy bien a una iglesia diezmada por la expansión de las denominaciones protestantes.
López Rodríguez, ha llenado un cometido que debe ser respetado.
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