Ser loco

Ray-Ortega-Nueva
Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Nosotros los seres humanos cuando no nos gusta lo que nos están diciendo nos hacemos los sordos o los locos. No sé si ustedes se han fijado en esto, pero siempre que decimos una persona está loca, no se hace mal a ella/el mismo, sino le hace mal a los demás, yo dejo que ustedes sean los jueces, mi opinión me la reservo, pero los pongo a ustedes a pensar.

Quiero contarles una historia que lleva por título: El loco, y dice así. En un pueblo rodeado de cerros habitaba un loco, la gente le llamaban así, el loco, ¿y porque le llamaban así? ¿Acaso hacia cosas disparatadas, cosas raras, cosas diferentes a lo que hacían las personas, al menos de ese pueblo?

La gente al verlo pasar se reían y se burlaban de él, humildemente vestido, sin posesiones, sin una casa que se dijera de su propiedad, sin una esposa ni unos hijos, un desdichado cualquiera. Pensaba la gente, alguien que no beneficiaba a la sociedad, un inútil, comentaban otros.

Más he aquí que este viejo ocupaba su vida sembrando árboles en todas partes donde pudiera, sembraba semillas de las cuales nunca vería ni las flores ni el fruto, nadie le pagaba por ello y nadie se lo agradecía, nadie lo alentaba, por el contrario, era objeto de burla ante los demás.

Y así pasaba su vida, poniendo semillas, plantando arbolitos ante la burla de los demás. Y he aquí que ese ser era un gran Espíritu de Luz, que poniendo la muestra de cómo se deben hacer las cosas, sembrando, siempre sembrando sin esperar a ver el fruto, sin esperar a saborearlo.

Y sucedió que un día cabalgaba por esos rumbos el Sultán de aquellos lugares, rodeado de su escolta y observaba lo que sucedía verdaderamente en su reino, para no escucharlo a través de la boda de sus ministros. Al pasar por aquel lugar y al encontrarse al Loco le preguntó: ¿Qué haces buen hombre? Y el viejo le respondió: Sembrando Señor, sembrando. Nuevamente inquirió el Sultán: Pero, ¿cómo es que siembras? Estás viejo y cansado, seguramente no verás siquiera el árbol cuando crezca. ¿Para qué siembras entonces? Señor, otros sembraron y he comido yo, es tiempo que yo siembre para que otros coman. El Sultán quedo admirado de la sabiduría de aquel hombre al que le llamaban el loco y nuevamente le pregunto: ¿Pero no verás los frutos, y aun sabiendo eso continúas sembrando? Por ello te regalaré unas monedas de oro, por esa gran lección que me has dado. El Sultán llamo a uno de sus guardias para que le trajese una pequeña bolsa con monedas de oro y las entrego al sembrador. El sembrador respondió: Ves, Señor, como ya mi semilla ha dado frutos, aún lo la he acabado de sembrar y ya me está dando frutos, y aun más, si alguna persona se volviera loca como yo y se dedicara solamente a sembrar sin esperar los frutos sería el más maravilloso de todos los frutos que yo hubiera obtenido.

Porque siempre esperamos algo a cambio de lo que hacemos. Esto, desde luego, sólo cuando consideramos que hacemos bien, y olvidándonos de lo malo que hacemos. El Sultán lo miró asombrado y le dijo: Cuánta sabiduría y cuánto amor hay en ti, ojalá hubiera más como tú en el mundo, con unos cuantos que hubiese el mundo sería otro; más nuestros ojos tapados con unos velos propios de la humanidad, nos impiden ver la grandeza de seres como tú.

Ahora me retiraré porque, si sigo conversando contigo, terminaré por darte todos mis tesoros, aunque sé que los emplearas bien, tal vez mejor que yo.

Qué Alá te Bendiga, y se retiro.

Mis queridos lectores, ojala esta historia nos sirva para ilustrarnos lo que muchos seres hacen en este mundo, pero callados, sin esperar recompensa, he aquí que se requieren muchos locos en este mundo, seres que repartan la luz, que den enseñanza, que sean guías en este mundo tan hambriento de la enseñanza espiritual.

Pidamos a Dios que nos haga locos igual que ese hombre que hacia eso de sembrar sin esperar ninguna recompensa en esta vida.

Termino con el Versículo 9 del Capítulo 2, de la 1ra. Carta se San Pablo a los Corintios que dice: Como dice la Escritura: Ni ojo vio, ni oído oyó, ni nadie puede imaginar lo que Dios tiene reservado para los que le aman.

Hasta la próxima y mucha bendiciones para todos.