Serio desafío

La amenaza mundial por la expansión del ébola, que  ha cobrado ya alrededor de 1000 vidas, plantea un serio desafío para las autoridades sanitarias dominicanas.

Cuando aún luchamos con la incidencia del virus de la chikungunya, el activamiento de la alerta local por el ébola crea interrogantes difíciles de responder, por lo menos con medidas concretas.

Para aplicar cuarentenas, el país no cuenta con un área o unidad especializada y con controles efectivos en el tratamiento a pacientes afectados por una enfermedad altamente letal que amerita un estricto aislamiento.

Como se ha visto a través de videos y fotografías, en España y Estados Unidos, el personal médico y paramédico tiene que utilizar trajes especiales para estar protegido y evitar contraer el mal.

El Colegio Médico y las clínicas privadas han advertido la necesidad de que las acciones sean rápidas y que no se limiten, como ha ocurrido en otras oportunidades, a pronunciamientos o declaraciones de intención que nada resuelven.

Si nos remitimos a lo que pasó en España, donde una clínica quedó virtualmente vacía ante una estampida del personal médico por la llegada de un paciente con ébola, habría que suponer que lo propio ocurriría en el país si tuviéramos la mala suerte que el virus penetre a nuestro territorio.

En esa eventual circunstancia, que no es por el momento inminente pero no descartable, también los pacientes internos y ambulatorios abandonarían esos centros, aun a riesgo de desatender sus dolencias de salud.

Para nuestro país el problema es mayor porque estamos frente a una enfermedad sumamente peligrosa para la que todavía la ciencia médica no ha descubierto cura ni tratamiento seguro, porque solo se dispone de un medicamento todavía en fase experimental.

De todos modos, no podemos cruzarnos de brazos y hacer de esto solo un punto de debate, sino concretizar medidas a la mayor brevedad posible, para que contemos con planes de prevención de alguna efectividad.

Por el momento no hay razón para un pánico, pero sí para estar alertas, sobre todo porque como país turístico, tenemos conexiones con multidestinos y un amplio flujo de visitantes de distintas latitudes del mundo, lo que plantea riesgos y dificultades en los controles.