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Servicios públicos: de mal en peor

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Por servicio público se entiende cualquier actividad que tenga como usuaria a la colectividad humana en general. Puede tener alcances local, nacional y mundial, así como podría ser operado por gobiernos o por empresas privadas. Debe destacarse que lo que ahora en 2011 es un servicio público, en el siglo pasado fue un privilegio disfrutado por pocos. El correo, por ejemplo, estuvo limitado por mucho tiempo a la capital del país y a algunas ciudades de provincias. En la medida que el sistema de carreteras, los vehículos de motor, la radiotelegrafía y el transporte marítimo fueron desarrollándose, de esa misma manera progresaba el correo, contribuyendo enormemente a que nos relacionáramos con el resto del mundo.

Asimismo, a partir de 1926, la ciudad de Santo Domingo tuvo un acueducto administrado por el Consejo Administrativo del Distrito Nacional. Aunque rechazado por muchos al principio, “El Acueducto” funcionaba durante las 24 horas del día. Siempre había “agua por un tubo” en aquella aldea que era la capital dominicana. Algo semejante ocurrió con la recogida de los desechos sólidos. La higiene urbana progresó sostenidamente mientras el consumo fundamental del pueblo dominicano fue subdesarrollado y, por lo tanto, biodegradable. Los plásticos y las latas metálicas no predominaban. Pero a partir de 1965 y de aquella ominosa invasión militar de Estados Unidos contra nuestro país, la violencia y la corrupción propiciaron que todos los servicios públicos salieran del control de los Ayuntamientos y fueran cayendo bajo el gobierno central. El deterioro no se hizo esperar.

Asombrosamente, a principios del siglo 21 ha vuelto a ser privilegio contar con eficientes y permanentes servicios de agua potable, electricidad, recogida de basura, correos, alcantarillados, seguridad pública y reparación de calles. Cada familia tiene que mitigar por su cuenta y riesgo estas dificultades ante el desprecio del Estado por cumplir con sus responsabilidades.

Por un tiempo pudimos decir que, a pesar de ser deficientes en casi todos los servicios públicos, el país podía disfrutar de un servicio telefónico eficiente, regular y continuo. Pero en los años recientes, la telefonía se ha deteriorado en calidad a pesar de que en cantidad se ha multiplicado exponencialmente. Ahora en 2011, República Dominicana tiene más números telefónicos en operación que habitantes en su territorio. Con propietarios y concesionarios de nueva estirpe en las mayores empresas de comunicación, los servicios telefónico y de Internet están dejando de ser permanentes, confiables y seguros en estos tiempos en que los vínculos electrónicos se han hecho indispensables. Estos servicios apenas están de visita donde el usuario. Van y vienen sin que haya anuncio previo. Tal como sucede con los apagones eléctricos de la CDEEE. Se vive bajo la angustia de los inesperados apagones de Internet y de teléfonos aunque se pague puntualmente ese servicio.

Peor aún contribuye mucho a los apagones telefónicos y de Internet el que los nuevos dueños de la mayor parte de la telefonía nacional optaron por subcontratar la reparación de sus desperfectos. Esto hace que el mal desempeño del servicio sea la fuente de trabajo y beneficios de los subcontratistas. El mal de unos es la ganancia de otros. Mientras la gran compañía extranjera rehúye sus responsabilidades, el cliente sufre el oportunismo de aquellos a quienes no les conviene que el servicio funcione correctamente. Esos técnicos colocan en su agenda un hostigamiento reiterado contra los clientes haciendo llamadas en sábados y domingos, buscando o creando averías donde no existen. Todo esto para perjuicio del cliente telefónico quien sigue recibiendo un servicio en mayor deterioro cada día.

Ahora, en tiempos de comunicaciones satelitales y de un asombroso crecimiento de la tecnología cibernética, somos capaces de enterarnos de cuanto pudiera ocurrir en el punto más lejano del planeta. Se supone que el proceso de desarrollo de los servicios públicos debía tener un indetenible crecimiento sostenido en cantidad y en calidad dados esos avances. Sólo que, para que el desarrollo se logre, la capacidad gerencial y la honestidad con que se administran los servicios son indispensables. Pero los servicios de telefonía e Internet han ido de mal en peor y no están en condiciones de aprobar esa asignatura.

Por Hamlet Hermann

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