Servir a los demás

Ray-Ortega-NuevaUn cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Siempre digo que servir a los demás produce una satisfacción que no hay dinero alguno que la pueda comprar. Porque es una satisfacción que viene de Dios el hacer a una persona feliz y capaz de alcanzar sus sueños.

Nunca debemos esperar una recompensa de los seres humanos, porque las recompensas viene de Dios. Siempre he dicho que si nos dan una recompensa aquí en la tierra o nos dan las gracias por algo que hacemos a favor de los demás, nos las descuentan en el cielo.

Quiero contarles una historia que fue verdadera, y dice así: Una noche de tormenta, hace ya bastantes años, un matrimonio mayor entró en la recepción de un pequeño hotel en Filadelfia. Se aproximaron al mostrador y preguntaron: ¿Puede darnos una habitación? El empleado un hombre atento y de movimiento rápido les dijo: Lo siento de verdad, pero hoy se celebran tres convenciones simultáneas en la ciudad. Todas nuestras habitaciones y la de los demás hoteles cercanos están ocupadas. El matrimonio manifestó discretamente su agobio, pues era difícil que a esa hora y con esa tiempo tan horroroso pudieran encontrar dónde pasar la noche. El empleado entonces le dijo: Miren, no puedo dejarles marchar con este aguacero. Si ustedes aceptan la incomodidad, puedo ofrecerles mi propia habitación. Yo me arreglaré con el sillón de la oficina, pus tengo que estar toda la noche pendiente de lo que pase. El matrimonio rechazó el ofrecimiento, pues les parecía abusar de la cortesía de aquel hombre. Pero el empleado insistió con cordialidad y finalmente ocuparon su habitación. A la mañana siguiente, al pagar la estancia, aquea hombre dijo al empleado: Usted es el tipo de gerente que yo tendría en mi propio hotel. Quizás algún día construya uno para devolverle el favor que hoy nos ha hecho. El tomó la frase como un cumplido y se despidieron amistosamente.

Pasados dos años, recibió una tarjeta de aquel hombre, donde le recordaba la anécdota y le enviaba un boleto de ida y vuelta a New York, con la petición expresa de que por favor acudiera a la cita. Con cierta curiosidad aceptó el ofrecimiento. Después de un breve recorrido, el hombre mayor le condujo hasta la esquina de la Quinta Avenida y la calle 34, señaló un impotente edificio con fachada de piedra rojiza y le dijo: Este es el hotel que estoy construyendo para usted. El empleado le miró con asombro: ¿Es una broma, verdad? Puedo asegurarle que no, le contestó. Así fue como William Waldorf Astor construyó el Waldorf Astoria original y contrató a su primer gerente, de nombre George C. Boldt. Es evidente que Boldt no podía imaginar que su vida estaba cambiando para siempre cuando tuvo el detalle al atender cortésmente al viejo Waldorf Astor en aquella noche tormentosa en Filadelfia. Pero lo sucedido es una muestra de cómo servir a los demás es algo que siempre tiene un buen retorno, sobre todo cuando uno no lo busca ni lo espera, pues solo viene de Dios.

Los dejo con el Salmo 112, Versos 4 y 5 que dicen: “Para los buenos brilla una luz en las tinieblas: es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo. Dichoso el que se compadece y da prestado, y administra sus negocios con rectitud”.

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.