El debate electoral promueve la participación política. Deberíamos tener derecho a realizar una entrevista de trabajo a la persona que va administrar los bienes del Estado. Un debate presidencial es la oportunidad de evidenciar cómo enfrentaría el próximo Presidente los problemas del país. La entrevista de trabajo es una herramienta incuestionable para cualquier puesto de trabajo importante. ¿Por qué no hacerla para la Presidencia de la República?
En un debate puedo decidir a cuál voy a contratar para dirigir las políticas, cuál tiene las herramientas necesarias, o la fuerza requerida para mejorar las condiciones de la gente.
En nuestra escena política se dan las condiciones para realizar un debate: unas encuestas con márgenes escasos entre los posibles candidatos, dos candidatos seguros de sí mismos. Un candidato inseguro no acepta un debate.
Las y los realizadores del debate tienen un papel trascendental: deben generar una cadena de confianza que haga posible el debate, sin esta clave los candidatos no participará. Las normas deben estar claras hasta el final.
El cuerpo y la forma del debate deben ser acordados. Desde preguntas de uno o varios periodistas, casi como una rueda de prensa paralela, o un cara a cara donde el moderador haga de escucha como la experiencia española. Las preguntas del público deben ser incluidas. Los candidatos pueden cuestionarse entre ellos o través del moderador. Los temas y los tiempos deben ser consensuados.
El mundo avanza hacia el cuestionamiento, la semilla de los indignados se ha esparcido por el planeta. Un debate político es una forma de evidenciar lo que las notas de prensas o discursos callan. El cuerpo evidencia lo que las palabras ocultan. Un debate político expone cuál nos está mintiendo. Los debates electorales mueven el voto, no siempre a los participantes. Las experiencias de otros países muestran que los debates generan un clima electoral que moviliza a todos y todas, incluso puede contribuir con los partidos minoritarios aunque no participen.
Países como Chile, España, Francia y Estados Unidos tienen una tradición importante en debates presidenciales, estos últimos con sus luces y sus sombras.
Siempre que el debate refleje las inquietudes de la población en relación a los problemas que le aquejan, debemos reclamar el debate político como una forma de ejercitar la democracia. ¡Manos a la obra!
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