Una de las más bellas y breves adivinanzas es “si me nombras, dejo de existir”.
En varias culturas se alega que el silencio nunca traiciona y hace pocas décadas Yevtushenko postuló que “cuando la verdad es reemplazada por el silencio, el silencio es una mentira”. Un detestable neoyorquino es citado porque salió con el repente “Dios vive callado y falta que los humanos lo imiten”.
La cuestión es que, excepto cuando es para profecías religiosas o denunciar injusticias, la ausencia de ruidos causados por gente es generalmente apreciada como beneficiosa y bella. Por eso, pese a que la forma ha causado burlas o que el asunto está harto legislado, celebro que el ministro del Interior, mi amigo Chu Vásquez, anuncie que los líderes comunitarios del Distrito Nacional “acordaron que no estará permitido el ruido” de diez de la noche a diez de la mañana.
No sé cómo lo harán, pero les deseo todo el éxito posible, comenzando por colmadones, homínidos menores con carros bullosos y condóminos sin educación. ¡Chu dijo shuuuuu!