De Emilia Pereyra. El 2017 sería más venturoso (con todos los buenos calificativos que solemos atribuirle al nuevo año en estas fechas) si empezáramos a practicar la coherencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Si lográramos como Estado asumir un compromiso auténtico con la educación, no solo desde la esfera pública. Si de verdad asumiéramos, como una tarea ineludible y vital, el desarrollo de la agropecuaria, el fomento de la cultura y el rescate del sistema de salud de nuestro país, a cuyos múltiples problemas se le suelen poner parches y paños tibios.