Me han preguntado cuál es mi libro favorito. Siempre respondo: la Biblia. Ahora que recién terminó el mes de la Biblia, recordé que cuando joven la leí varias veces desde Génesis a Apocalipsis, en distintos idiomas.
Mi preferida por su elegancia en castellano y francés, la precisión de sus concordancias y explicaciones contextualizadas es la Biblia de Jerusalén, editada por Desclée de Brouwer. En inglés la King James es muy buena. La comparación de los pasajes del Antiguo y el Nuevo Testamento ayuda muchísimo a expandir el léxico, a entender partes difíciles y hasta para aprender otras lenguas.
Con o sin fe o convicciones religiosas, la Biblia posee una belleza tan enorme y una diversidad de valiosas enseñanzas sobre la condición humana, que nunca es desperdiciado el tiempo que se dedique a ella. Ningún libro de ficción, filosofía, poesía o historia supera a la Biblia. Mi tío Pucho, tras leer a Von Daniken, la invocaba para apoyar su creencia en OVNIS… Por escribir ayer sobre sexualidad me han mandado a leerla otra vez. Volveré con la sulamita y Magdalena.