SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Lo que ha ocurrido en el Congreso con el proyecto de ley que declararía a Loma Miranda, Parque Nacional es un caso extraño que por sus características y trayectoria mueve necesariamente a suspicacias.
Nadie logra explicarse cómo un proyecto favorecido por una corriente de aprobación virtualmente unánime que se inició en la Cámara de Diputados, ahora vuelva a un punto cero para perimir en manos de una comisión especial.
Ignorando el clamor de diferentes sectores de la sociedad para que esa reserva ecológica sea preservada ante los intentos de explotación minera, los legisladores han dado, de forma brusca y sorprendente, un giro de 180 grados que nos ha mareado a todos.
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Hay razones para pensar que quizás ese sea la estrategia seguida, o sea atontar o confundir a la opinión pública para que baje la guardia y pierda el sostenido empuje con que ha reclamado, hasta desde altas instancias de la Iglesia, que no se atente contra Loma Miranda.
Marear, tal como lo define el diccionario de la Real Academia de la Lengua, equivale a desazonarse, turbársele la cabeza y revolvérsele el estómago a una persona. Esto último es precisamente lo que ocurre cuando estamos ante un hecho improcedente y repudiable que la sociedad advierte, porque algo huele mal en Dinamarca, citando a William Shakespeare.
En otras palabras, que si con su actuación los señores congresistas han querido dormir a la población, han errado el tiro, porque lo que han logrado es indignar y a la vez alertar a los sectores que, sin pausa ni desmayo, se mantienen vigilantes.
La conciencia de esa lucha ha sido tan coherente y firme que el debate en pro de Loma Miranda se mantiene en la palestra, a diferencia de lo que regularmente ocurre con otros temas, que salen de la atención pública y mediática al cabo de algún tiempo.
Los legisladores tienen la obligación de explicar por qué han cambiado de opinión. ¿Qué factores o circunstancias influyeron para ese cambio de rumbo? ¿Acaso le bajaron línea desde la esfera partidaria, gubernamental o de otra instancia para que la mayoritaria matrícula de congresistas oficialistas variara sus criterios?
De no hacerlo, estarían dando asidero a especulaciones y dejando a la libre interpretación de la gente, las razones que habrían influido para dejar a este importante proyecto en un limbo legislativo.
Los congresistas no deben subestimar en la capacidad de los ciudadanos de advertir cuándo se está en presencia de una postura poco o nada transparente. ¿O es que tal vez se piensa que hay tal grado de ingenuidad, como la que exhibían los indios nativos deslumbrados por espejitos y baratijas que les presentaban los descubridores de estas tierras? ¿En realidad pensarán que somos indios y que se puede jugar con la conciencia de un pueblo comprometido con las mejores causas y el interés general del cual ellos debían ser los primeros garantes?