Un grupo de haitianos que alega tener derecho a la nacionalidad de Juan Pablo Duarte, protestó frente al Palacio Nacional al cumplirse once años de la decisión 168-13 del Tribunal Constitucional. Voceando en coro “si no soy dominicano, Abinader tampoco”, un vocero de los manifestantes alegó que por no ser dominicanos no pueden “trabajar, estudiar ni sacar un chip (de teléfono) porque para ellos no somos dominicanos; y claro que lo somos, porque nacimos aquí”. ¡Mentiras! Desde hace más de una década las autoridades han esperado que cientos de haitianos que podrían calificar para la nacionalidad dominicana, lleven sus reclamos a la JCE. Poquísimos han ido. Esta protesta, quizás como otras anteriores financiada o motivada por intereses foráneos, carece de fundamento porque nacer aquí no basta para alegar ser dominicano y los hijos de haitianos, aunque nazcan en la Luna, siguen siendo haitianos según su propia Constitución. Es una absurda comparación referir la ascendencia paterna del presidente Abinader, dado que por vía materna posee legalmente raíces dominicanas bastante añejas. Demostrar que “nacimos aquí” funcionaría en países con “jus solis”, o “derecho de tierra”, como en Estados Unidos para ser ciudadanos gringos, pero no la ley nuestra, basada en “jus sanguini”, igual que Alemania, Argentina, Australia, Francia, India, Italia y Reino Unido. Es paradójico que haitianos reclamen aquí lo que históricamente ha sido imposible en su “república negra”, donde no bastaba nacer allá sino que además había que ser de ascendencia africana.