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26 Abril 2024

Política social, impuestos, las deudas del gobierno y los déficits

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Recordemos un libro famoso de Mires Dufrene, sobre sociología y fenomenología, La Personalité de Base.

Miremos: 30,000 millones más en el 2005, 69,000 millones más en el 2006, 39,000 millones más en el 2007, 55,000 millones más en el 2008, 25,000 millones más en el 2009, 52,000 millones más en el 2010.  Más de 245,000 millones de pesos ha trasladado la población a la chequera del Presidente Fernández, en seis presupuestos de: 167,101.6; 236,098.8; 275,668.6; 330,865.1; 332,407.9 y 382,941.2.  Para un total de RD$1,725,083,2 (Un billón, setecientos veinte y cinco mil ochenta y tres millones, doscientos mil pesos).

Sirve este batiburrillo de cifras para las constataciones de los buenos y malos, instintos, y para descubrir con elementos análogos, la estructura moral de las normas de ejecución presupuestaria, la lealtad democrática de la autoridad de este nuevo modelo de poder político y el sistema de control y de fiscalización de los fondos públicos.  Pero, también sería evolutiva, ya que, se demuestran las dos caras de la administración peledeista: Una cara que mira hacia los anacronismos del pasado y la otra hacia la moral histórica de la justificación de los hechos consumados.

Derogar la ley del 4% para la educación, como lo ha intentado el Senado de la República, es una contradicción y una deslealtad democrática, si miramos la aprobación de dos préstamos por 230 millones de dólares para el gabinete social y otro por US$360 millones de dólares, para la segunda línea del Metro, mientras las deudas del seguro médico de los maestros monta más de 900 millones de pesos, menos de 30 millones de dólares.

Siguen siendo ejercicios teoréticos los informes, si está claro que la administración del Estado lleva como  vocación y destino, el empantanamiento de todo.  Dado que, la política social del Gobierno solo se dedica a reactivar evidencias dormidas de su misma incapacidad para reconstruir con ellas su genealogía social y política, o para explicar los contenidos de una política social, de validez universal.  Podemos globalizar la política social que, por ejemplo, tiene a los hospitales del Instituto Dominicano de Seguro Social, hasta seis meses sin los desembolsos presupuestarios y sin servicio telefónico, y dejar a uno de los principales Centros de especialización en neurocirugías del país, sin disponibilidad operativa, por falta de asignación de sus fondos y suspensos.

Perdemos de vista la política social cuando la malaria se incrementa en un 43%, por falta de prevención y por la baja inversión en la salud y en los servicios sanitarios.  Del mismo modo, si dejamos a más de 70,000 maestros y a sus dependientes sin servicios médicos, para ocultar las patrañas financieras que esconden los fraudes del consejo de administración y la pifias del Ministerio de Educación.

Naufraga la política social del Gobierno, si las Centrales Sindicales se ven precisadas a pagar espacios en la prensa escrita, para darle visibilidad al abandono gubernamental y fiscal del Instituto Dominicano de Seguros Sociales, por parte del Gobierno.  Pero mucho más vergonzoso es que Samaná, uno de los polos turístico exija drenaje y pavimentación de sus calles, porque el Río Pueblo Viejo inunda todo el malecón, el muelle y las casas cercanas, con sus desbordamientos, convirtiéndose en un preocupante factor de desastre.

Dejar al 56% de los trabajadores informales sin cobertura de seguridad social, sin compensaciones o reparaciones en sus riesgos laborales, o sin un sistema de pensiones dignas, con los cuales protejan a sus familiares y dependientes es uno de los peores rostros de la política social.  Un fenómeno de quiebra y desacredita la política social, que tiene su origen, causa, impacto y consecuencias, en los bajos niveles educativos, en la baja productividad de las empresas, por la falta de incentivos gubernamentales en la formación y profesionalización laboral, en la reconversión de los activos, y en la carestía creciente del servicio eléctrico y de la factura telefónica.

Naufraga la política social del Gobierno, cuando tenemos al 78% de los obreros dominicanos excluidos del sistema de pensiones, y peor aún, cuando las empresas, las pymes, los trabajadores informales, los profesionales y la clase media, trasladan al fisco cientos de miles de millones de pesos, cada año, para engordar la chequera de un Gobierno.  Lo que se procede es una caída en la producción, de las ventas y del consumo de: Pollos, huevos, plátanos, arroz, carne, medicamentos, pintura, menos embutidos, y una menor competencia o estímulo para que la economía pueda crear más empresas y parques industriales competentes, con los cuales aprovechemos nuestras ventajas comparativas.

Crecen los políticos y las empresas ligadas al poder político, o las empresas de políticos ligados a este nuevo modelo de poder, por culpa de una política social de acumulación y ascenso social y financiera, por medio de la ocupación y apropiación de los cargos y los presupuestos públicos.  Si observamos las cifras anteriores y sumamos el presupuesto de 2011, veremos que esta administración pasara de los dos billones de pesos de presupuestos en siete años, sin incluir la trampa internacional de los préstamos contratados, y el latrocinio de más de 250,000 millones de pesos, que guarda en sus tripas el Banco Central por concepto de su doble déficit.

Sufrimos un déficit comercial que jamás desciende y el riesgo monetario, tanto de los precios de nuestra factura petrolera y el agotamiento del tope de petrocaribe, como del choque externo que sufriríamos si continúa la guerra de divisas y la crisis financiera de la eurozona, cuando hemos creado una defectuosa estructura financiera, dependiente del endeudamiento para la demanda interna, pero, además, sin desarrollar una estrategia de oferta económica atractiva ni competitiva a nivel de exportación.

Ofertamos casas, vehículos y mercancías, sin que aparezca quien compre, porque estos presupuestos indican la forma alevosa en que el Gobierno arruina las finanzas de las empresas, de los comercios y de las familias, con métodos fiscales que se apoyan en la falsificación y ocultamiento de las informaciones económicas, monetarias, financieras y fiscales, y así fraudulentamente convencer a los organismos internacionales, como por ejemplo, en la subestimación de los déficits presupuestarios y en abuso de la discrecionalidad fiscal y en el endeudamiento interno, flotante y externo, del Presidente Leonel Fernández.

Pedir que Latinoamérica sea un subcontinente  de la clase media, para un Merengue o para una de las doloras de Campoamor, suena bien, cuando toda la política fiscal se concentra en la destrucción de la clase media y en el hundimiento de todas las posibilidades para que esta clase pueda emprender cualquier acción económica.  Suena bien la güira presidencial en Argentina, pero el Tango Cuesta Abajo o Cambalache, o la Sátira La Guagua va en reversas, de Juan Luis Guerra, le darían al Presidente Fernández mayor audiencia en su afán de espectacularidad internacional.

Construir un gran garaje llamado “Corredor Duarte”, cuesta 267 millones de dólares, mucho menos que lo que cuestan las contrapartidas de las Presas de Monte Grande, el Corte I, el Corte II y la Presa de Joca, si se contratasen esos préstamos, con agencias internacionales europeas donde queden fuera las comisiones, las extorsiones, la prevaricación y el peculado de funcionarios y de bancos dominicanos, ligados al nuevo modelo de poder político y social.

Pende el futuro de Europa de la conducta de los bancos, cosa insólita, igual que la economía norteamericana y la economía asiática, lo cual determina y discrimina el proyecto de vida de miles de millones de seres humanos, porque ya el trabajo colectivo de la civilización cuenta poco, comparado con la especulación y la avaricia de unos ricos que tienen en sus manos el dominio y control de las posibilidades y de las oportunidades del resto del género humano.  Y parafraseando a Merleu-Ponty, en la “Estructura del comportamiento”,  diríamos, “Ellos son el poder antes de que la humanidad lo piense”.  De esto, ni el Vaticano sale ileso.

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