REDACCIÓN INTERNACIONAL.- La superviviente ucraniana del Holocausto Vanda Semyonovna Obiedkova murió el pasado 4 de abril en un sótano de Mariúpol, donde nació hace 91 años, en medio del asedio de las tropas rusas, según un relato publicado por el portal judío chabad.org.
«Mi madre no se merecía una muerte así», dijo su hija, Larissa, citada por la fuente después de que ella y su familia hubieran sido llevadas a un lugar seguro en una acción de rescate que llegó demasiado tarde para Obiedkova.
Larissa y su marido pusieron en riesgo su vida para enterrarla, en medio de los bombardeos, en un parque cerca del mar de Azov, agregó chabad.org.
Los supervivientes de la familia fueron evacuados gracias al trabajo de la comunidad judía, liderado por el rabino Mendel Cohen, el único rabino de Mariúpol, quien declaró que la ciudad «se ha convertido en un cementerio gigantesco».
«Vanda Semyonovna vivió horrores inimaginables. Era una mujer amable, alegre y una persona especial que permanecerá por siempre en nuestros corazones», añadió el rabino al sitio judío.
Nació en Mariúpol el 8 de diciembre de 1930. En octubre de 1941, cuando ella tenía 11 años, los nazis entraron en Mariúpol y empezaron la persecución de los judíos de la ciudad.
Las SS detuvieron a su madre y Vanda Semyonovna se escondió en un sótano. El miedo la dejó prácticamente sin habla lo que, según su hija Larissa, fue lo que la salvó pues no pudo gritar.
El 20 de octubre de 1941 los nazis asesinaron en una acción colectiva a al menos 9.000 judíos en Mariúpol, entre quienes estaba la madre de Vanda.
Luego, cuando Vanda Semyonova cayó en manos de los nazis, algunos amigos de la familia lograron convencerles de que era griega, con lo que consiguieron salvarla.
Vanda Semyonovna vivió en un hospital hasta que Mariupol fue liberada en 1943.
En 1998 dio un testimonio de su experiencia como superviviente del Holocausto a USC Shoah Foundation, una fundación de la Universidad del Sur de California creada por el cineasta estadounidense Steven Spielberg en 1994.
Su hija tenía una grabación de su entrevista en su casa pero se quemó, como consecuencia de los bombardeos rusos, como muchas otras cosas.
Contrajo matrimonio en 1954, vivió toda su vida en Mariúpol y, según su hija, nunca quiso marcharse de la ciudad.
A comienzos de marzo, cuando comenzaron los ataques rusos, la familia se refugió en el sótano de una tienda vecina.
«No había agua ni electricidad, ni calefacción y hacía un frío insoportable. No había nada que pudiéramos hacer por ella. Vivíamos como animales», contó su hija sobre las condiciones en las que su madre vivió sus últimos días.