Sutiles pero visibles cambios

Esta época del año trae algunas de las más exquisitas bellezas de tantas que ofrece la naturaleza en nuestro país. La floración de los robles, que va desde azulito pálido hasta un violeta traslucido en flores que bailan al compás del viento; la de los robles japoneses, de parecida flor pero color amarillo intenso; las hojas nuevas de las caobas y los almácigos; ¡todo verdor en plácida armonía!

No hace falta vivir en estado poético para dejar que esas bellezas que entran por los ojos produzcan en nosotros la clase de sentimientos cálidos y positivos que ayudan al bienestar. Quizás uno que otro ciudadano necesite entrenar la sensibilidad pero me parece que es triste perder la oportunidad de una sana comunión con las señales de la naturaleza.

Para estos días también regresan mis queridos querebebés, las aves nocturnas primos de los halcones, como la cuyaya y el guaraguao, que percuten el aire de la noche con sus cantos en alegre e insistente “stacatto” onomatopéyico. Este año, en las madrugadas, unos días antes de comenzar a oír los querebebés, descubrí que en la oscuridad de cielo también han estado volando otros pájaros parecidos, más grandes, cuyo idioma parece distinto. No me atrevería a apostar, pero lo que oí parecía un güincho, llamado por algunos guaraguao o águila de mar, sólo que nunca había sabido que vuelen de noche y menos por encima de Arroyo Hondo.

Lo de las hojas nuevas de las caobas y los almácigos es otro encanto, pues ambos árboles son de los pocos que mudan sus hojas con las estaciones y generalmente al estar por llegar el verano reverdecen y se visten de gala con unos verdes inimitables. Así como la avenida Bolívar solía ser espectacular por sus robles florecidos, hoy la Churchill recobra brillo con la renovada belleza de sus caobas.

Pese a todas las cananas habituales que enervan a los capitaleños, Santo Domingo todavía disfruta de condiciones privilegiadas para quienes estamos atentos a toda la belleza que gratuitamente nos ofrece la naturaleza. Cada época posee encantos sutilmente distintos y estos que menciono –querebebés regresados de su migración, caobas, almácigos y robles florecidos— se ofrecen a todos sin distingo de sexo, edad, raza, bandería política ni condición social o económica. Cada uno de nosotros posee exactamente 24 horas cada día y la mayor diferencia está en cómo las aprovechamos.

José Báez Guerrero

jbg@baezguerrero.net