LOS ÁNGELES.- «Red», editado originalmente en 2012, será el próximo disco que Taylor Swift publicará de nuevo, completamente regrabado, para recuperar la propiedad intelectual de su música después de que los derechos de sus primeros trabajos hayan terminado en manos de un fondo de inversión ajeno a la artista.
El álbum, que tomará el relevo a la reedición de «Fearless» (2008), se lanzará el 19 de noviembre e incluirá un total de 30 canciones que la artista compuso en esa etapa.
«Como tu amigo que te llama en medio de la noche hablando y hablando de su ex, yo no podía dejar de escribir. Esta será la primera vez que se escucharán las 30 canciones que debieron incluirse en ‘Red’. Y bueno, una de ellas dura incluso diez minutos», anunció en redes sociales.
El disco, producido en su mayoría por Nathan Chapman, supuso el salto internacional definitivo para Swift y su paso del género country al pop.
Pasó siete semanas en el primer puesto de la lista de los discos más vendidos en EE.UU. y dejó dos canciones «We Are Never Ever Getting Back Together» y «I Knew You Were Trouble» entre lo más escuchado del año en todo el mundo.
La historia por la que Swift, única mujer ganadora de tres Grammy al álbum del año, perdió el control de sus propias composiciones es uno de los capítulos más enrevesados de la industria musical.
Los primeros trabajos de la cantante se editaron bajo el sello de Nashville Big Machine, que tenía el control de la mayor parte de los derechos de sus canciones, hasta que en 2019 firmó un contrato más ventajoso con Universal Music, que le daba los derechos de lo que publicara en el futuro.
Pero coincidiendo con este cambio, el representante musical Scooter Braun adquirió el antiguo sello Big Machine y todas las grabaciones de los primeros seis álbumes de la artista, varios de ellos discos de platino.
La compra, valorada en 300 millones de dólares, fue posteriormente traspasada a la firma de inversión Shamrock Capital, sin ningún vínculo con la cantautora.
Swift fue muy crítica con esa maniobra, que dijo que la despojaba de la obra de toda su vida y culpó a Braun, que representa a otras estrellas del pop como Justin Bieber o Ariana Grande, de ser un manipulador y querer desmantelar su trabajo.
Pero desarrolló una estrategia: Al ser compositora, Swift no tenía el control de las grabaciones pero sí el de las letras, por lo que podía volver al estudio y replicar toda su discografía anterior.