Las señales del fin de los tiempos se siguen cumpliendo ante nuestros ojos cuando un terremoto que se produjo la noche del pasado sábado, en Pedernales, la región costera de Ecuador, dejó al menos 238 personas fallecidas y mil 557 heridas, derrumbando decenas de edificaciones y la destrucción de algunas carreteras.
El epicentro del terremoto, de una magnitud de 7,8 grados y el más fuerte en afectar a Ecuador desde 1979, tuvo lugar en zonas ecuatorianas escasamente pobladas, compuestas por puertos de pescadores y playas turísticas, a 170 kilómetros (105 millas), de Quito, capital del país.
En cuanto a estas señales, la Biblia dice en Mateo 24:7, ¨porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares¨.
Ante la ocurrencia de terremotos en todos los lugares de la tierra, y en particular, de los registrados en nuestro país a principio de año, la gente tiene muchas inquietudes y se hace muchas preguntas.
El planeta ha sufrido muchos cataclismos en toda su historia que han producido grandes transformaciones en su forma y estructura. La geología, que es la ciencia que estudia la composición y estructura de la tierra, se ha encargado de proporcionarnos el conocimiento posible y necesario para comprender los diferentes fenómenos que se han sucedido a lo largo del tiempo en esta materia.
Hay muchos fenómenos de la naturaleza que podemos predecir y de los que podemos protegernos de cierta manera, pero cuando se trata de terremotos todavía el hombre no tiene la capacidad de predecirlos, y son muy pocos los aprestos que se pueden hacer para evitarlos o para protegerse de los mismos.
La ciencia define un terremoto o temblor de tierra como ¨una sacudida del terreno, que ocurre por choque de placas tectónicas y reorganización de energía de materiales de la corteza terrestre, al superar el estado de equilibrio mecánico¨.
Grandes terremotos han arrasado con ciudades enteras de la antigüedad, las cuales han quedado sepultadas bajo los escombros. Recordemos el terremoto de Haití que en el 2010 destruyó casi completamente su capital.
En la República Dominicana existe una decena de fallas geológicas que amenazan nuestro suelo. Se dice que fue en la falla de Enriquillo que se originó el sismo que devastó Puerto Príncipe y otras ciudades de Haití.
El conocimiento de estos datos obliga al gobierno a prestar atención al tipo de edificaciones que se están construyendo en nuestro país, y a que las mismas cumplan con las reglamentaciones adecuadas para ser sometidas a las sacudidas que nos esperan.
La ciencia nos ayuda a darnos cuenta de qué manera podemos hacer frente a este fenómeno con el menor riesgo posible. Pero los científicos saben que la ocurrencia de terremotos en todos los lugares es algo inminente. Y los científicos saben del gran peligro que acecha al planeta.
Ante esta realidad, los seres humanos no estamos solos, tenemos una escapatoria segura. Jesucristo está preparando un lugar donde habremos de vivir confiadamente, sin las amenazas de los terremotos: ¨No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis¨ (Juan 14:1-3).
Podemos estar confiados aún en medio de cualquier cataclismo, porque nuestra esperanza no está en este mundo, ni en las explicaciones o intervenciones de los hombres, sino en Dios.
Los creyentes sabemos, que aunque cada fenómeno tiene su explicación científica, Dios es quien dirige este mundo. Es bueno que sepamos que lo que ocurre aquí en la tierra tiene su origen en el comportamiento de los seres creados por Dios. El desequilibrio existente en el mundo es el producto de nuestra mala conducta, porque así nos lo dice la Biblia, aunque muchos sociólogos materialistas nos den otra explicación.
Las consecuencias de sus malas decisiones persiguen al hombre, y los terremotos son una de esas consecuencias, por el desorden ecológico producido por una mala administración de nuestros suelos, una mala administración que es producto de no hacer caso a lo que Dios nos dice.
Así que, somos nosotros los únicos responsables por lo que pasa en este planeta que Dios nos dio. Entonces somos nosotros los responsables de los terremotos.
El cumplimiento de las profecías acerca de los terremotos predichos por nuestro Señor Jesús, aparte de ser una gran señal que nos asegura que su venida está cerca, son una evidencia del estado de calamidad al que hemos llevado este mundo por nuestra desobediencia y malas acciones. Bien se ha dicho que nosotros podemos elegir pecar, pero no podemos elegir las consecuencias.
Atendamos la voz de Dios, y preparémonos para lo que nos espera. El que no se ha arrepentido aún, lo mejor que puede hacer es arrepentirse ahora mismo.
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