El veterano periodista Rafael Molina Morillo trascendió en el periodismo y será recordado siempre por su dilatada labor en la que se distinguió por su defensa de las libertades públicas y con particular énfasis en la libertad de expresión e información.
Su partida a los 87 años, cuando aun continuaba activo como director del periódico El Día y regalándonos diariamente su muy leída columna de Buenos Días, un ejemplo de ilustrativo comentario bien escrito en breves líneas frente a desaguisados que pretenden dar cátedras en base al mal gusto, era un bálsamo frente a tantos desagradables desatinos.
Como conoció de primera mano las restricciones propias de ejercer el periodismo en un régimen autoritario y sanguinario, ya que se inició durante la dictadura trujillista, desde que se produjo la apertura democrática Molina Morillo se propuso ser un defensor de la libertad.
Ese propósito lo cumplió con firmeza y admirable entrega y no se dejó doblegar por atentados terroristas como el que destruyó con una bomba las instalaciones de la combativa revista Ahora, de la cual fue su fundador y que volvió a dirigir en una segunda etapa cuando en su reaparición formaba ya parte del Grupo de Comunicaciones Corripio.
Desaparecida esa publicación a causa del atentado y en la continuación de su firme determinación y tesón en pro de las libertades públicas, Molina Morillo fundó el vespertino El Nacional, que jugó un papel crucial en defensa de los derechos humanos y en contra de abusos y arbitrariedades durante el gobierno de los 12 años del presidente Joaquín Balaguer.
El pesar por su partida lleva luto no solo al periodismo nacional sino a nivel hemisférico, ya que durante décadas fue un titán en contra de las violaciones a la libertad de prensa desde el seno de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), de la cual llegó a ser presidente, luego de haber encabezado la Comisión de Libertad de Prensa e Información de ese organismo.
En esa organización se le quiere, respeta y distingue, al igual que en diversos sectores de la vida nacional que a través de mensajes en twitter y por las redes sociales han expresado su consternación y destacado su contribución a la institucionalidad democrática del país.
En vida fue objeto de múltiples reconocimientos y estaba dotado de tal reciedumbre de carácter y de una imperturbable personalidad, que ninguno de ellos logró envanecerlo ni apartarlo de su proverbial manera de ser, afable, tratable, sonriente y ocurrente como nadie.
En SIN siempre se le recordará como uno de los grandes maestros del buen periodismo dominicano, ético y sustentable,
en el cual creemos y por el cual luchamos en pro del interés general y del irrenunciable derecho de los ciudadanos a recibir y ofrecer informaciones sin coerción, censura o autocensura.
Paz a sus restos y nuestras sentidas condolencias a doña Francia, su inseparable comparable de toda una vida, a sus entrañables hijos y a sus amigos y compañeros de profesión con los que mantuvo en todo momento una actitud fraterna y por la que se granjeó gran cariño y admiración.