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Trágico balance

A pesar de las advertencias y de los llamados a la moderación y la reflexión, para evitar el peligroso desenfreno, el trágico balance de víctimas durante la Semana Santa demostró nuevamente cómo la gente tiende a ignorar estos sensatos pedidos.

Treinta y tres muertos, en su mayoría en accidentes de tránsito, fue el trágico saldo del largo feriado, con una cifra que superó la registrada en igual período del año anterior.

El manejo temerario, a alta velocidad, en ocasiones en estado de embriaguez y sin observar la ley de tránsito, y tan importante como eso, la prudencia y el respeto a la seguridad de los demás, son factores que a diario determinan accidentes mortales en calles y carreteras.

En largos asuetos, el peligro de muertes en accidentes se incrementa porque muchos vacacionistas se desplazan a puntos distantes de la geografía nacional y no siempre lo hacen con el debido cuidado.

Los conductores que sí manejan con extremo cuidado junto a sus familiares sufren las lamentables consecuencias cuando son impactados por automovilistas que manejan fuera de control.

La frecuencia con que se registran estos accidentes se ha convertido en un dolor de cabeza para la asistencia médica en los hospitales traumatológicos y para el sistema de seguridad social, que no siempre garantiza costear los tratamientos.

Las cifras son tan elevadas y en constante crecimiento que se ha definido a este fenómeno como una verdadera epidemia que, además de generar muertes a diario, también deja muchas personas con discapacidad física, lo que les impide proveerse de medios propios de sustento.

Se ha insistido en la necesidad de una permanente campaña de prevención y educación vial que tenga, como contraparte, una ley de tránsito que contemple sanciones verdaderamente ejemplarizadoras para los infractores.

Lo ideal sería, sin embargo, que por encima de lo que disponen las leyes se imponga la sensatez para que los accidentes de tránsito dejen de ser la pesadilla que produce tanto luto y dolor a la familia dominicana.

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