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Trampa mediática

El periodismo comprometido con la verificación y sustento de los temas que informa, tiene que estar cada día más esquivo para no caer en la trampa del empleo de viejas modalidades de “plantar” supuestas informaciones para provocar revuelo y reacciones en medios y la opinión pública, aunque solo parten de supuestos y meras especulaciones.

El hecho de que se escuden en pretendidas fuentes que no identifican y que se atribuyan imputaciones y actitudes a determinados sectores que tampoco se detallan, permite establecer cuando estamos en presencia de uno de estos engendros mediáticos.

La dificultad para escapar a una de estas redes, generalmente encubiertas en pretendidos análisis, es que como se difunden como noticias, no como un comentario particular, crea un canal propicio y tentador a un seguimiento noticioso en que se generan reacciones ciertas de un hecho primario quizás incierto, impreciso o manipulado.

Quienes se prestan para urdir estas engañifas disfrazadas de palos noticiosos saben que en medio del frenesí de la competencia informativa, acentuada por la pujanza de las redes sociales, algunos medios y periodistas no logran advertir el trasfondo que subyace en el reporte inicial y se dejan utilizar como cajas de resonancia.

Sin embargo, ni la presión ni la competencia son excusas para incumplir o dejar lado la verificación, una regla de oro del periodismo serio e independiente que, por ética y honestidad profesional, permite cuidar que las informaciones que se sirven al público tengan elementos creíbles y verdaderos.

Esto último no puede lograrse si, en medio de la precipitación en el diario quehacer, se actúa como borregos o ecos, repitiendo y sirviendo de amplificación a lo que alguien ha querido provocar, sin detenernos a analizar el contenido en todo su contexto o hacer un responsable ejercicio en la búsqueda de la verdad, o más propiamente de la realidad.

La verdad es esquiva y huidiza, como un rompecabezas, no siempre se logra llegar a ella con un solo esfuerzo, porque tiene piezas en distintos lugares y formas que requieren ser encajadas para visualizar imágenes de advertencia y evitar caer en trampas diseñadas para arteras “desinformaciones”.

Para que las informaciones sean verdaderos instrumentos de edificación  y  los ciudadanos confíen en ellas, además de poder formarse juicios propios y llegar a su verdad,  aunque ésta sea particular o insuficiente, el periodismo serio tiene que vacunarse contra este nebuloso e irresponsable accionar que se mueve sin antifaz, pero pretendiendo encubrir sus propósitos.

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