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Trujillo y el nuncio

Roberto Despradel, viejo amigo de Trujillo le escribió: “Usted ha logrado vencer a Sumner Welles con el arreglo del incidente haitiano”. La respuesta fue: “Yo creo sinceramente que no tengo temperamento para ser presidente de un país pequeño como Santo Domingo”.

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Con motivo de la matanza de haitianos de octubre de 1937 Sumner Welles por la izquierda entregó a la prensa reportes sobre las atrocidades y pidió los buenos oficios de México, Cuba y Estados Unidos. Trujillo le diría al ministro norteamericano: “Estoy cansado de que se me empuje por todos lados en mi propio país. Si a ustedes no les gusta lo que hago, bajen y tomen control del país. Con gusto me saldré”. Pero el dictador optó por presionar al presidente Vincent para llegar a un acuerdo bilateral, algo que el gobierno haitiano rechazaba, para así eliminar las negociaciones internacionales. Para eso envió a un viejo general haitiano a tomar un pueblo fronterizo y promovió un atentado contra altos militares haitianos. Welles ripostó logrando que Haití invocara el Tratado de Gondra y Vincent, ante las presiones de Trujillo, dijo que “no le quedaba nada que hacer sino renunciar”.

El historiador norteamericano Edward Paulino ha conseguido la correspondencia del Nuncio Maurilio Silvani, acreditado en los dos países pero quien residía en Haití y ahora nos enteramos que el 30 de diciembre Vincent le solicitó que fuese a Ciudad Trujillo a buscar un acuerdo bilateral. Silvani cablegrafió al canciller del Vaticano, el cardenal Eugenio Pacelli (quien en 1939 sería Papa Pío XII): “El presidente de la República de Haití me ruega que inicie negociaciones secretas con el presidente de la República de Santo Domingo con relación al bien conocido conflicto. Salgo de inmediato. Llevo conmigo el más reciente libro de códigos”. Agregó que Trujillo: “Teniendo un temperamento impulsivo, violento y arrogante, es muy difícil lograr que ceda, a no ser que sea tocado desde el corazón. Consecuentemente consideraré cada palabra, una por una, y mediré mis pasos con cuidado para evitar un error o una expresión desafortunada que dañaría negociaciones de forma irreparables y complicaría aún más el conflicto”.

Vincent le pidió que diese la impresión de que se trataba de una iniciativa del sacerdote y que consiguiera más de un millón de dólares en compensación. Silvani reportaría: “Millón y medio me luce un poco excesivo y logré que redujese eso a un millón. Lentamente lo persuadí para que me dijese cuál sería la cifra más baja que estaría autorizado a aceptar y se decidió de que el mínimo sería 700,000”. Ortega Frier se le quejó por una protesta formal de los obispos haitianos, pero el Nuncio lo paró diciéndole: “Usted coloca a los obispos en la posición moral de hablar y entonces quiere que sean silenciados. En el Obispado de Cabo Haitiano ustedes masacraron a cientos y cientos de niños, destruyeron un número incalculable de familias, llenaron a la Diócesis con miles de refugiados miserables, enfermos y desesperados y ahora ustedes exigen que no digan nada”. Ortega Frier le consiguió una cita para almorzar con Trujillo en Hacienda Fundación. Silvani reportaría: “No era el mismo hombre, había envejecido por lo menos diez años y estaba triste y nervioso. Me habían dicho que la noche anterior había tenido violentos momentos de rabia y que había personalmente abofeteado a un secretario y a un subsecretario de la cancillería. Cuando Ortega Frier le había sugerido que tomase unos meses de descanso para recuperarse hizo que un soldado le diera una galleta”.

Silvani sí le dijo a Trujillo que se trataba de una sugerencia de Vincent y cuando le pidió el millón de dólares la reacción de Trujillo fue “oír, sin decir nada, y entonces se puso rabioso y azul en la cara con ojos llenos de sangre y de locura gritando: Estas palabras no son de Vincent sino de los Estados Unidos, lo hizo Sumner Welles. Puso esas cifras allí a propósito para hacer imposible un acuerdo. Me quieren ahogar. He estado dispuesto a pagar cincuenta mil pero ahora no tengo un centavo. Será guerra, la más desesperada guerra que jamás se haya visto. Ellos lucharán hasta el último hombre. Trujillo caerá y también Santo Domingo desaparecerá del mapa como nación”.

Silvani logró que se reunieran al día siguiente en el Palacio Nacional donde Trujillo se echó para atrás y dijo que lo más que podía ofrecer era medio millón ya que “un millón es demasiado compensación”. La respuesta del Nuncio fue: “No, no es demasiado. No hay ningún precio que pueda pagarse por tan solo una vida humana y tenemos que cientos y cientos fueron sacrificados”. Silvani convenció a Trujillo que si no pagaba tendría que desembolsar mucho más para que la historia desapareciera de los periódicos. Apelando a su catolicismo le pidió que lo hiciese como un favor al Papa. Cuando Trujillo preguntó cuánto debería pagar Silvani le propuso partir la diferencia por mitad: $750,000. Además le prometió apoyo del Vaticano para un Concordato.

Roberto Despradel, viejo amigo de Trujillo le escribió: “Usted ha logrado vencer a Sumner Welles con el arreglo del incidente haitiano”. La respuesta fue: “Yo creo sinceramente que no tengo temperamento para ser presidente de un país pequeño como Santo Domingo”.

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