Fue un espectáculo desagradable, pero era de esperar cuando una figura como Donald Trump está involucrada. El presidente de los Estados Unidos invitó a su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, a la Oficina Oval de la Casa Blanca para firmar un acuerdo que, en teoría, podría poner fin a la guerra con Rusia. Sin embargo, el ambiente era tenso desde el principio, y no era para menos: ambos líderes se detestan mutuamente. Zelenski no ha perdonado a Trump por haber negociado primero con Putin que con él, el supuesto aliado de Estados Unidos.
El encuentro terminó mal, como muchos anticipaban, y lo peor fue que todo ocurrió frente a una batería de periodistas que documentaron cada detalle sin filtros. La raíz de este conflicto es antigua, pero el incidente en la Casa Blanca fue el resultado de la arrogancia de una administración que cree que todos deben rendirle pleitesía y cumplir al pie de la letra con sus demandas, incluso cuando estas rozan la extorsión.
Trump y su séquito están equivocados. Negociar primero con Putin fue una traición, y tratar de presionar a Ucrania con un acuerdo de tierras raras a cambio de armamento es simplemente inaceptable. Zelenski, por su parte, no faltó al respeto a nadie; simplemente defendió los intereses de su pueblo y no se dejó intimidar por las mentiras ni por las ínfulas de grandeza de Trump y su vicepresidente, JD Vance, quien rápidamente acusó al líder ucraniano de falta de respeto e ingratitud.
Este incidente me deja un mal sabor de boca. No me sorprendería que todo forme parte de una estrategia de Trump para seguir pintando a Zelenski como el villano y vender la idea de que Putin es la solución para la paz en la región. Si es así, el presidente ucraniano cayó directamente en la trampa, y en este momento, Putin y Trump deben estar riéndose a carcajadas por el espectáculo que han creado.
Qué asco.
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