Hace ya un cuarto de siglo, publiqué en mi columna Agenda 2000 que aparecía en el matutino El Siglo entonces dirigido por el apreciado periodista Osvaldo Santana, un artículo que titulé «Turismo, tiempo de reflexión». En el cual se ensaya un balance de las primeras tres décadas de desenvolvimiento de este promisorio sector de la economía dominicana, que escenificaba en ese momento una típica crisis de crecimiento, afectado por factores coadyuvantes que se analizan en el texto. Justo cuando la humanidad pasaba la página secular e inauguraba un nuevo milenio de su cronología global -ya antes, en 1968, el genio cinematográfico de Stanley Kubrick había lanzado su 2001 Odisea del Espacio, plena de señas antropológicas y tecnológicas. En el texto en cuestión se avizoran rutas alternativas de superación ante el referido susto coyuntural.
«La crisis que afecta a la industria turística dominicana ofrece una oportunidad para la reflexión, tanto del sector privado que opera el negocio, como del público que lo regula y promueve. Se trata de una actividad que movió el año pasado casi 2.5 millones de visitantes extranjeros y produjo ingresos en divisas del orden de los US$2 mil 860 millones y que aporta un 20% del PIB, cuando se miden sus eslabonamientos con los demás sectores de la economía.
Los datos presentados por el Banco Central en su Informe de la Economía Dominicana correspondiente al primer semestre del 2001 indican que el flujo de visitantes extranjeros cerró en crecimiento cero, al comparársele con igual período del pasado año, cuando se incrementó en 19%. Al desagregar las estadísticas por destinos turísticos, se puede apreciar un desplome de la Costa Norte, que perdió casi 60 mil turistas, junto a la desaceleración del flujo de vacacionistas en el Este. Particularmente el polo Punta Cana-Bávaro, que creció 40% en enero-junio del 2000, solo agregó 4.7% más en el primer semestre del presente año.
Afortunadamente los visitantes que perdió Puerto Plata y destinos conexos, más los que dejaron de ingresar por el Aeropuerto de Las Américas (AILA), los cuales totalizaron unos 90 mil, fueron compensados por el aumento absoluto conjunto de los aeropuertos de Punta Cana y La Romana.
Declinación del mercado europeo. En el plano de los mercados emisores, esta realidad se expresó en una fuerte caída de 12% del turismo europeo, al registrarse un saldo negativo de 80 mil turistas. De los cuales cabe destacar 59 mil alemanes menos, para un dramático descenso de 25%. Este es un dato preocupante, ya que el mercado alemán ha representado un quinto de la totalidad de los extranjeros que nos visitan, promediando 460 mil anuales en los 2 últimos años y teniendo justamente a Puerto Plata como su principal destino de arribo. La merma del mercado europeo pudo ser aún mayor de no mediar el vigoroso desarrollo del flujo de franceses e ingleses, los cuales experimentaron aumentos de 15% y 22% respectivamente.
Auge de América del Norte. Asimismo, los descensos europeos fueron neutralizados por la contribución de los norteamericanos y los canadienses, quienes aportaron 89 mil turistas más en el período en cuestión, creciendo cada uno a tasas de 14% y 25%. De este modo, se ha producido un giro en el rango de los mercados emisores. Europa, que nos suplía en 1998 con el mayoritario 57% de los visitantes extranjeros, ha pasado a representar el 45%. Mientras que América del Norte ha escalado de 33% a 46% en ese mismo breve lapso.
Contraste de modelos. En orden a los modelos de desarrollo turístico, el análisis de los datos arrojados por el Informe del Banco Central permite establecer algunas correlaciones simples. No parece ser casual que el polo más severamente afectado lo sea a su vez el más antiguo. Justamente el que recibiera el fomento directo del Estado mediante importantes inversiones en infraestructura y el financiamiento concesional para el levantamiento de los hoteles con fondos de entes multilaterales administrados por el Banco Central a través de INFRATUR y FIDE. Y que también se corresponda con una hotelería predominantemente propiedad de dominicanos, cuyos establecimientos son operados básicamente por éstos, ya individualmente o administrados por cadenas nacionales.
Asimismo, el descalabro de la hotelería de la Costa Norte parece relacionarse con una crisis de un modelo de crecimiento basado en ofertas de alojamiento todo incluido de tarifas baratas, altamente dependiente de unos pocos turoperadores, que venía experimentando un progresivo deterioro tanto en la planta física de los hoteles, en la calidad de los servicios prestados, como en el entorno, incluyendo en este último aspecto no sólo áreas y servicios públicos, sino también el relajamiento en las regulaciones normativas.
La visión de Der Spiegel. Un artículo publicado en mayo 2001 por la revista semanal alemana Der Spiegel da cuenta de esta situación, con claras alusiones al ejercicio de la prostitución en Sosúa y a la presencia de «bailarinas» en los resorts, en los cuales «no sólo bailan». Igualmente, el texto es especialmente crítico del uso abusivo del omnipresente merengue, que trueca las piscinas en verdaderas discotecas, sin consideración alguna a la salud auditiva del turista. En contraste, el semanario germano postula a Punta Cana-Bávaro como un modelo alternativo de calidad que, manteniendo el todo incluido, ofrece al vacacionista la opción de un turismo familiar más relajado, sano, con énfasis en los deportes acuáticos, el golf y el descanso.
De nuevo aquí no es casual encontrar una correlación simple entre el Este profundo desarrollado por promotores pioneros como Frank Rainieri y sus asociados norteamericanos (a los que ahora también se suman celebridades de la talla de Oscar de la Renta y Julio Iglesias), quienes abrieron sendas visionarias con Punta Cana Club Beach Resort y el Aeropuerto Internacional de Punta Cana. Seguidos por la apertura del afamado Club Mediterranée y el impulso de los inversionistas españoles de las cadenas Barceló, Meliá, RIU, Iberostar, Occidental, Catalonia, Excellence y por empresarios nacionales asociados a la operadora alemana LTI (como el caso de la familia Abinader) y más recientemente representados por el consistente crecimiento de Hodelpa.
A ello habría que agregar en el Este Cercano el excelente complejo de Casa de Campo en La Romana y los hoteles de Bayahíbe con su oferta de calidad, concretada en Coral Canoa, Casa del Mar y Club Viva Dominicus. Y más próximo a Santo Domingo, el Coral Hamaca en Boca Chica y el Meliá Capella en Juan Dolio.
En lo esencial este modelo se ha desarrollado solo, sin auxilio o muleta estatal significativa, con la presencia de una fuerte inversión extranjera y ahora también de bancos nacionales caracterizados por su solidez y prudencia como el BHD, auspiciador de la marca hotelera Coral. Por igual, operado por cadenas internacionales experimentadas que se manejan con esquemas globales, altamente integradas verticalmente en la industria de la hospedería y los viajes.
Como es el caso del grupo mallorquín Barceló, que en 2001 ya operaba 100 hoteles en el mundo y manejaba una formidable red de agencias de viajes movilizadora de millones de viajeros. En 1985 este grupo inauguraba el Barceló Bávaro Beach Resort y más tarde el Bávaro Convention Center, conceptuado el de mayor capacidad del país. Parte de una expansión que no cesaría al incluir la apertura de nuevas instalaciones adicionales y adquisiciones como el Hotel Lina hoy Barceló Santo Domingo y el Hotel Capella, ahora Barceló Capella, en la emblemática playa de Juan Dolio.
A guisa de ejemplo de la incidencia de los grupos mallorquines, RIU tuvo su emplazamiento inicial en 1991 con RIU Taino en Bávaro, su primer resort fuera de España, con media pensión. Tras evaluar el todo incluido en Jamaica y ponderar la escasa oferta complementaria existente, se apostó por esta opción en 1996 con RIU Merengue en Puerto Plata. Igual Meliá incursionó a mediados de los 90 con Paradisus y otros hoteles en Punta Cana. Por este destino apuesta el artículo de Der Spiegel, al igual que publicaciones tan influyentes como la sección Travel de la edición dominical del The New York Times.
Tiempo de revisión. Cierto es que la desaceleración de la economía mundial y en especial europea -particularmente la alemana- nos afecta, al igual que los altos precios de los carburantes que impactan los costos de la navegación aérea, así como la devaluación del euro frente al dólar. Pero es obvio que no se trata sólo de eso, cuando nos comparamos con el desempeño de otros destinos de sol y playa del Caribe.
Todo parece indicar que es tiempo de revisión y ajustes en la industria turística dominicana, de repasar el camino recorrido y contrastar resultados. Conviene aprovechar la ocasión para reconsiderar postulados acomodaticios, como ese de que Cuba no es competencia nuestra, ya que el turismo en la Isla Fascinante -como le llamara Juan Bosch- viene creciendo a una tasa promedio anual de 20% e incrementó el flujo de visitantes en 10.7% en el primer semestre del 2001, con una oferta cada vez más diversificada.
También es tiempo de mirar hacia Quintana Roo (Cancún, Cozumel, Riviera Maya), que creció 11% en el período en que nosotros no crecimos y se ha convertido en un destino obsesivo para los norteamericanos. Y por qué no, también hacia las Bahamas, que siempre ha sido una opción predilecta de los rubios del Norte, ahora que buscamos atraernos ese mercado.
Veremos que los cubanos están todos a una jugándose la baza a la industria sin chimenea. Mientras los de Cancún y Bahamas invierten buena plata en los Estados Unidos para mercadear exitosamente sus ofertas. Ambas experiencias debemos aprovecharlas. Al respecto ya se nota una mayor colocación publicitaria de las ofertas dominicanas en las páginas dominicales de viajes del Times a cargo de Liberty Travel, al tiempo que se anuncia una campaña de promoción del país en los Estados Unidos que próximamente se irradiará hacia Europa, con inversión de US$38 millones.»
Afortunadamente, los líderes del sector asimilaron la lección en la ocasión y actuaron diligentes para ajustar el rumbo.